viernes, 26 de junio de 2009

Los políticos de México


Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

Los políticos mexicanos se avientan a veces –no pocas por cierto-- unos discursos tan claros y explícitos que hasta los niños los entienden.

Hace algunos años, si mal no recuerdo durante la administración de nuestro bien amado, y mejor recordado Lic. Gustavo Díaz Ordaz, durante una comparecencia de un alto funcionario del gobierno ante la Cámara de Diputados –cuando en esta sólo asistían los diputados a levantar el dedo a la orden omnímoda del “Señor Presidente” y que la gran mayoría, por no decir todos, eran del PRI--, se aventó un discurso que conmovió, obviamente, a los señores diputados presentes –nunca son todos-- recordémoslo:

«Honorables Ciudadanos Diputados:
La crisis –como se ve, ésta ha sido recurrente a través de nuestra historia-- por la que atraviesa nuestro país no debe apesadumbrarnos, sino al contrario, debe servirnos de acicate para luchar con entereza para que con base en una estrategia direccional balanceada, se pueda establecer una programación transicional continuada. De esta manera la retracción global integrada producirá el efecto deseado, la que aunada a una movilidad estructural paralela, nos permitirá en un corto plazo lograr que la proyección logística estabilizada optimice cualitativa y cuantitativamente los recursos.
Sin embargo, no debemos soslayar la coyuntura que significaría el que la implementación operacional insumida se eleve a niveles que pongan en peligro la dinámica dimensional sistemática, porque se correría el riesgo de caer en el campo de la flexibilidad y perder los logros obtenidos con la planificación central equilibrada.
Es por esto señores Diputados, que podemos finalmente concluir con la exaltación revolucionaria del valor que para nosotros tiene la instrumentación opcional coordinada. Muchas gracias.»
Desde luego que el recinto se estremeció por los aplausos a rabiar de los diputados.

¡SOPAS! Exclamé yo, pero uno de mis hijos, a la sazón de 6 años de edad, que veía (?) conmigo la televisión, se conmovió tanto que aventó un cochecito de cuerda con el que estaba jugando y se puso a llorar. No se imaginan el trabajo que me dio calmarlo por lo emocionado que estaba.

Y… yo… mejor no opino. ¡ABUR!

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