lunes, 4 de junio de 2012

Declaración de Andrés Manuel López Obrador a los Ejecutivos de Finanzas


Claudia Galván-Duque Villanueva

Junio / 2012

Lo que declaró Andrés Manuel López Obrador el jueves pasado, ante el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas, más que sorprenderme me confirma la visión que desde hace diez años tengo acerca de él. Su pronunciamiento contra las reformas estructurales (y López dijo “reformas estructurales” con un tonito de ironía y desprecio), se encuentra dentro de su lógica retrógrada y aislacionista que en el fondo busca regresarnos a las épocas del nacionalismo revolucionario y, de algún modo, trata de convertir a México en una isla separada de las tendencias globales, un poco a la manera de lo que era Albania en los años setenta del siglo pasado o de lo que hoy es Corea del Norte: Naciones desconectadas, ajenas a la integración global.

Si algo urge en este país —y sobre ello existe un cada vez mayor consenso— es precisamente la instrumentación de las reformas estructurales.

No hay otro modo de dejar atrás veinte años de inmovilismo y estancamiento. Lopez predica que el país llegará al progreso con el simple expediente de la austeridad y el combate a la corrupción, a mi modo de ver una absoluta falacia carente de toda lógica, como casi todas sus aseveraciones y promesas.

Sé que sus incondicionales tribus, obnubilados ayatolas de "izquierda", aplaudirán su postura “firme y decidida ante los malditos empresarios que quieren apoderarse del país”, etcétera, pero México no puede permitir que un grupúsculo de tribus lo conviertan en una Bolivia o una Venezuela, en lugar de seguir el camino de naciones iberoamericanas como Chile y Brasil. El reto es modernizarnos, no regresar a los tiempos de Luis Echeverría y José López Portillo (cuando Lopez un feliz priista), ni a economías estatales de macro pobreza como Venezuela o Cuba .

Esta es la irrealidad casi maniática de López. Sigue perorando en su mundo mesiánico y de ahí nadie lo saca. Quiere crear su propia realidad, ajena a la realidad mexicana (su lema de campaña debería ser: “Si la realidad no se ajusta a lo que yo digo, peor para la realidad”), y continúa con el mismo discurso de hace años, dulzado ahora con frasecitas publicitarias engañabobos, como la de su república amorosa, sus 6 millones de empleos, su limpieza de corruptos, sus reducciones de sueldos y su honestidad valiente(sin mencionar las tajadas obtenidas de contratos multimillonarios ni las extorsiones a empresarios para conceder permisos en el DF)





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