domingo, 1 de febrero de 2009

Secretarios de Gobernación

Por Enrique Galván-Duque Tamborrel

El equipo de Fernando Gómez Mont escribió la historia azul de los secretarios de Gobernación, una historia en la que, POR OBVIAS RAZONES, los priístas salen con muchos defectos y pocas virtudes. Santiago Creel ocupa media página y el recuerdo de que perdió en DF frente a Andrés Manuel López Obrador –elecciones a las que no tenía derecho de participar el segundo, pero que por acuerdo entre ambos se le permitió hacerlo, violando con ello la ley escrita-- y los panistas Carlos Abascal, Francisco Ramírez Acuña y Juan Camilo Mouriño hicieron florecer la democracia en México, principalmente Abascal por haber sido el hombre cabal y congruente que fue, atributos que lo marcaron como un hombre de excepción.
Se trata de un libro editado por la Secretaría de Gobernación, bajo el título Ministros y Secretarios de Gobernación, Dos Siglos de Política Interior en México, bajo la responsabilidad de Gómez Mont; Alejandro Alonso Poiré Romero, coordinador de asesores, y José Manuel Villalpando, director general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México. La obra consta de dos mil ejemplares, que salieron de los Talleres Gráficos de la Nación en diciembre de 2008.
Del siglo pasado, desfilan los secretarios de origen priísta, con datos que ponen en el filo de la crítica sus acciones:
Gustavo Díaz Ordaz actuó desde Bucareli con “autoritarismo, represión y la mano dura hacia el desorden que atentaba contra la supuesta estabilidad del régimen”.
Luis Echeverría Álvarez “formó parte del grupo de funcionarios que instrumentó la desarticulación del movimiento estudiantil” de 1968.
Jesús Reyes Heroles expidió La Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales, Loppe, que incorporó a las organizaciones consideradas proscritas.
A Manuel Barttlett le recuerda el libro que en su gestión asesinaron al periodista Manuel Buendía y al agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar.
Patrocinio González Blanco renunció por el alzamiento del EZLN en Chiapas.
Jorge Carpizo condujo el “accidentando proceso electoral” de 1994, que ganó Ernesto Zedillo.
Esteban Moctezuma presentó su renuncia un día después de la matanza de Aguas Blancas, Guerrero.
Emilio Chuayffet perdió su lugar en el Palacio de Covián por la masacre en Acteal.
A Francisco Labastida se le recuerda en la obra con dos datos: derrotó a Manuel J. Clouthier en las elecciones al gobierno de Sinaloa, y como gobernador le creció el narcotráfico. Desde luego, Vicente Fox lo venció en las elecciones presidenciales de 2000.
Diódoro Carrasco, ahora panista, articuló grupos priístas y fue coordinador de la precampaña presidencial de Enrique Jackson.
Ya en la etapa panista, Santiago Creel mereció media cuartilla en este libro y el recuerdo de que perdió en 2000 la jefatura de gobierno del DF frente a Andrés Manuel López Obrador.
Francisco Ramírez Acuña tuvo una prolífera trayectoria política en Jalisco y en el texto no aparece la represión en contra de globalifóbicos en mayo de 2004, en el marco de la Tercera Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe y la Unión Europea.
Carlos Abascal Carranza mantuvo la gobernabilidad del país, especialmente en las elecciones de 2006, y aseguró la trasmisión del poder al final del primer gobierno federal del PAN.
Juan Camilo Mouriño “trabajó para generar un clima de civilidad política y reconciliación, que fue reconocido por todas las fuerzas políticas”. La reforma energética fue resultado de su trabajo. ¿Algo de los contratos de servicios con PEMEX? Nada.
Según el Comunicador Social de la dependencia, esa es la historia avalada por Gómez Mont. Obviamente, independientemente de cual sea la verdad, no deja de ser una opinión partidista y que por lo tanto está sujeta a similar interpretación. Aunque si vale la pena apuntar, que quizá esté más apegada a la verdad que la escrita por tantos panegiristas del sistema hegemónico de la Trinca Infernal (PNR-PRM-PRI) que padecimos durante la mayor parte del Siglo XX.

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