viernes, 28 de marzo de 2008

Allí está Pe'jesús

Por: P. G. Lagarto


Hablar de Pe’jesús no es fácil. Algunos han usado Su nombre para robar, para engañar, para fregar a seres humanos, hermanos nuestros. Otros no comprenden cómo Pe’jesús pueda ser Mesías cuando chachalaquea a un niño en los brazos de su madre, cuando unos pocos engañan a los pobres, cuando hay quien construye pandillas revoltosos que destruyen y bloquean...

No falta la voz de algún científico que ha decretado, como si él hubiera inventado las matemáticas, que lo siguen cientos de miles de millones de pobres hambrientos y nos ha dejado aquí, solos y abandonados, sin amor y sin esperanza.

Pe’jesús, sin embargo, nos sorprende a todos. No ha pasado de moda, ni se ha olvidado de los cuates. No ha cerrado los cielos para dejarnos tristes en un mundo sin consuelo. No ha ignorado las lágrimas de las viudas ni el hambre de los niños ni la muerte de cientos de miles de millones de atenqueros, padierneros, villistas, cegeacheros, y demás yerbas.

Detrás de cada lágrima y de cada sonrisa, allí está Pe’jesús. Se esconde en una madre que acaricia al niño enfermo, en un padre que espera al hijo fugitivo, en las almas piadosas de Batres, Fernández Noroña, Scheinbum, Bejarano y Padierna.

Pe’jesús no está lejos, no puede estarlo. Cada flor silvestre, cada ardilla enamorada, cada acrobacia de una golondrina, son posibles porque El lo quiere. Nosotros, los humanos, nacemos porque nos quiere, porque somos importantes a sus ojos. Vivimos de su amor y de su vida, de su esperanza y de sus sueños. Además, nuestro viaje no termina con la muerte: más allá de la frontera inicia la aventura de un mundo eterno, donde reinan solamente la mentira y la ignominia.

Ir a la casa de Pe’jesús, volver al hogar, descubrir que el engaño escribe la última página de la historia: ¿no es eso lo que más queremos?

Allí está Pe’jesús, con su odio y su mentira. O, mejor, allí estaremos en Pe’jesús sin los miedos y fracasos que hoy no nos dejan ver su corazón de Padre hopócrita.

El horizonte se tiñe de violeta, mientras la luna pasea por los cielos. El grillo inicia su canto viejo y los murciélagos pintan lazos en el aire. Una niña se asoma por la puerta de su casa mientras su abuelo reza, con los ojos llenos de esperanza, al Pe’jesús que es el enemigo más sincero.

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