viernes, 28 de marzo de 2008

Genio y figura hasta la sepultura.

Ahora que los huestes del PRD están enseñando de que están hechos, haciendo internamente lo mismo que trataron de hacer el 2 de julio de 2006. En ese entonces le echaron la culpa a las instituciones de dejarse manipular por el PAN, ahora también están tratando de echarle la culpa al PAN, con la diferencia de que ahora dicen que los manipularon a ellos. Total, la misma gata nada más que revolcada, pero no se atreven a decir, aunque lo saben, que Andrés Manuel López Obrador es el manipulador e inventor de las falacias. Vale recordar que: "El buen juez por su casa empieza".
En julio de 2006, Jorge Fernández Melendez escribió un artículo que denominó: "El verdadero rostro de López Obrador", que me permito transcribir a continuación:
«López Obrador está mostrando, definitivamente, cómo pensaba gobernar si hubiera ganado las elecciones: las leyes no importan; la propia realidad puede ser relativizada de acuerdo con sus propias expectativas; la gente puede ser acarreada, manipulada para cumplir con objetivos políticos del líder, utilizando inescrupulosamente todos los instrumentos del Estado (como lo hizo en estos días el GDF), para apoyar a una causa (por cierto, ¿no le da pena a un hombre de verdad progresista, como Alejandro Encinas, no haber ni siquiera intentado visitar a los miles de habitantes de Iztapalapa que están sufriendo de inundaciones por haberse quedado supervisando la organización del mitin de López Obrador?).

El sábado, López Obrador aseguró que en las elecciones se había cometido "un fraude": no se dignó decirnos en qué consistió éste. Ni él ni sus más cercanos colaboradores han podido mostrar una sola prueba del fraude del que han hablado y no han podido hacerlo porque el mismo, simplemente, no existió: las del domingo fueron las elecciones más limpias de la historia del país. Se trata de una artimaña más para tratar de forzar las cosas, de arrebatar por la presión lo que le impide la ley.

López Obrador ya lo ha logrado en otras ocasiones: en el año 2000 no tenía derecho a registrarse como candidato a la Jefatura de Gobierno del DF porque no cumplía con el requisito de cinco años de residencia en la capital. Tanto no lo cumplía que apenas un año antes de la elección aún estaba registrado en Tabasco, donde había sido candidato a gobernador. Presionó con movilizaciones y, para no complicar la contienda, el presidente Zedillo operó para que se aceptara la exigencia. Estaba convencido de que ganaría la elección capitalina por mucho, pero a punto estuvo de perderla con Santiago Creel, ganó por el mismo puñado de votos por el que ahora perdió la elección presidencial. En aquella ocasión ganó con respiración artificial y vulnerando una vez más la legalidad. Como lo ha reconocido la entonces jefa de Gobierno del DF, Rosario Robles, se puso todo en la administración capitalina para que ganara AMLO: se hubiera podido impugnar la elección porque ello fue obvio, pero una vez más se prefirió llevar la fiesta en paz para que no se complicara el proceso de elección de Vicente Fox. Años después, ya como jefe de Gobierno, López Obrador violó una y otra vez la ley en el ejercicio de esa función, desde el otorgamiento de obras multimillonarias sin licitación hasta la adjudicación de pensiones que sumaban miles de millones de pesos sin dar a conocer, siquiera, el padrón de los beneficiarios, mismo que solamente conocen el gobierno y su partido (y vaya si lo utilizó el domingo 2 de julio). El caso del desafuero o antes el del paraje San Juan pueden haber sido objeto de una pésima utilización política, pero el hecho es que el jefe de Gobierno se empeñó en no reconocer amparos judiciales en su contra. Podría haber solucionado el problema en minutos, pero lo hizo parte de su estrategia de manipulación y llegó hasta la Cámara de Diputados donde fue desaforado, y volvió a torcer la ley con una decisión presidencial que buscó, una vez más, "apaciguar" a quien amenazaba con incendiar el país. Ahora López Obrador perdió la elección: de los que ejercieron su derecho al voto, 27 millones de mexicanos no optaron por él y entonces habla de fraude, pero no ha podido mostrar una sola prueba del mismo.

Los resultados han sido inobjetables: las cifras que dieron el conteo rápido, el PREP y el conteo distrital son exactamente las mismas y en ninguna gana López Obrador. Todos los expertos independientes, comenzando por José Woldenberg, han coincidido en que esos números electorales no pueden manipularse; se ha pedido que se cuente "voto por voto" y se obvia el hecho evidente de que los mismos ya fueron contados "voto por voto" la misma noche del domingo y eso no fue hecho por un grupo de notables, sino por casi un millón de ciudadanos, incluidos más de cien mil representantes de casilla del PRD que legitimaron, todos y cada uno de ellos, ese conteo en las casillas con sus firmas en las actas. Como sabe que no tiene pruebas que se puedan utilizar en el Tribunal Electoral, ya no quiere que sea éste el que califique la elección sino la Suprema Corte de Justicia, que no puede hacerlo por mandato de ley y porque no se cumple ninguno de los requisitos que podrían abrir un resquicio a esa posibilidad.

En el ámbito nacional, todos los actores de los comicios ya han aceptado los resultados y la legitimidad del proceso, desde el PRI hasta Alternativa. En el internacional, el resultado y la limpieza del proceso ha sido aceptado por casi todos, desde el presidente estadounidense George Bush hasta el jefe del Gobierno español, el socialdemócrata José Luís Rodríguez Zapatero (por cierto, ¿qué le sucede al prestigiado periódico español El País con su cobertura electoral?, un periódico de referencia no puede equivocarse tanto). Ellos y otros ya se han comunicado con Felipe Calderón para felicitarlo por su triunfo y ofrecer su colaboración en el futuro. Sólo un gobierno apoya a López Obrador y descalifica el proceso: es el de Hugo Chávez, que asegura que "no se puede gobernar" con una diferencia electoral de 0.6 por ciento. Imposible explicarle que eso sucede con los actuales gobiernos de Estados Unidos, Costa Rica, Alemania, El Salvador, entre otros muchos, pero eso no lo entiende –o no quiere entenderlo-- un gobernante que se precia (?) de contar con 100% (por él impuesto) de las curules en su Congreso.

De lo que no ha dicho ni una sola palabra López Obrador es sobre las razones de su propio fracaso. Sus cercanos, tan perdedores como él, hablan de "fraude", buscan responsables internos desde los Cárdenas hasta Alternativa, pasando por Ebrard, pero no aceptan que el principal "ahuyentavotos" del perredismo se llamó López Obrador y que la gente no se equivocó, como él mismo lo está demostrando ahora, cuando lo vio como un peligro para la democracia».
Ante los hechos salen sobrando los argumentos, seguimos en las mismas. Se vislumbra claramente que AMLO sigue y seguirá obsesionado por ser presidente. Obsesión, paranoia, esquizofrenia, delirio, llámele como quiera que para el caso es lo mismo, finalmente con sus falacias, que se las tragan un buen número --minoría si se quiere, pero mexicanos al fin-- sigue y seguirá estorbando y saboteando cualquier acción del gobierno --este sí legítimo-- de Felipe Calderón tendiente a mejorar la situación del país.
A veces me pregunto, ¡AH! porque yo también tengo derecho a elucubrar, si López Obrador estará vinculado con la mafia.

1 comentario:

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