sábado, 21 de junio de 2008

José de León Toral, ¿héroe o asesino)

Fuente: Yoinfluyo
Autora: Ma. Teresa Guevara

Entre 1926 y 1929, México cruzó por un periodo de persecución religiosa e intolerancia por parte del gobierno hacia los ciudadanos y sacerdotes que libremente ejercían su religión católica.
La después llamada Guerra Cristera o Cristiada empezó cuando, por decreto nacional, el Presidente hizo valer los artículos 3º, 5º 24º, 27º y 130 de la Constitución Mexicana, mismos que atentaban contra las libertades y derechos de enseñanza, asociación y propiedad de los grupos religiosos.
El Gobierno tenía el fin de desaparecer a la Iglesia y por ello violó los derechos de las personas, al grado de mandar asesinar a sacerdotes y colocar una bomba en el Arzobispado de México y en la Basílica de Guadalupe.
El 3 de julio de 1926, la Secretaría de Gobernación expidió una Ley en que se reformaba el Código Penal del Distrito y Territorios Federales en lo relativo a delitos del fuero común, y sobre delitos contra la Federación en materia de cultos y disciplina externa.
José de León Toral era un hombre comprometido y un católico militante, participó en la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa, sensibilizado ante los abusos del gobierno al profanar los templos e intimidar a los sacerdotes en el ejercicio de su fe y de los sacramentos.
Personaje paradójico, ya que su papel destacado en la historia fue acabar con la vida del presidente Obregón, por motivos religiosos, llevando al extremo la defensa de su religión. [Obregón no era el presidente, el presidente era Calles]
José de León Toral sabía que el presidente electo Obregón comería esa tarde (17 julio 1928) en el restaurante La Bombilla, y como tenía la habilidad de un dibujante, comenzó haciendo a los comensales sus caricaturas, uno a uno, hasta que finalmente llegó con el Presidente y le disparó. León Toral tenía 27 años.
Más adelante se sabría que no fue el único que disparó contra Obregón. El tirano tenía diversos enemigos que no desperdiciaron la oportunidad que se les dio y quisieron asegurarse de su muerte. [Obregón no era ningún tirano, al contrario él estaba en contra de lo que Calles estaba haciendo, por eso lo mataron. Lo mataron los paniaguados de Calles, los que después se adueñaron del país, para desgracia nuestra, porque fueron los que entronizaron a la corrupción].
La meta de León Toral era evitar más persecuciones a la Iglesia, y paradójicamente, este asesinato permitió a Calles –el más sangriento perseguidor de la Iglesia en México– establecer un “pacto” con los demás lideres revolucionarios, con la finalidad de dejar de asesinarse entre ellos y turnarse el poder. Así inició el periodo del “maximato” de Calles, con la fundación del Partido Nacional Revolucionario, el antecesor del actual PRI. [La fatídica creación de la Trinca Infernal: PNR-PRM-PRI, cuya triste y lamentable historia ya conocemos].
La decisión de León Toral no tuvo los resultados que él esperaba ni en el corto plazo. El fin no justifica los medios. No se justifica el asesinato de una persona, ni siquiera para garantizar la libertad religiosa de un pueblo; así no se llega a la paz. [Toral únicamente jugó el papel de títere, le lavaron el cerebro para que se sintiera un iluminado y que se convertiría en mártir del cristianismo, cosa que desde luego no logró porque nadie se tragó ese cuento].
La libertad religiosa es un derecho humano que se funda en la propia naturaleza humana. No necesita ser otorgado por ninguna ley porque es innato, únicamente requiere ser reconocido y respetado. Es una garantía que permite expresar públicamente, y en todos los ámbitos de la vida civil, las propias convicciones religiosas, y constituye un elemento indispensable de la convivencia pacífica entre los hombres.


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