sábado, 16 de febrero de 2008

Las pretenciones de López

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel


Desbocado como está Andrés Manuel López Obrador, de su estado paranoico pasó al del ridículo. Con relación al asunto de la reforma energética, se le metió en la cabeza que el gobierno, específicamente el Presidente Calderón, pretende privatizar a PEMEX y a la CFE. Nadie, y en especial Calderón, ha dicho que se pretenda dicha privatización, pero el señor López Obrador sigue con su cantata, y claro que nadie le cree –bueno, posiblemente sus paniaguados si--. Además, lo dice como si en un tema como ese la sola voluntad del Presidente lo podría hacer --así era bajo el priato, pero esos tiempos, a Dios gracias se acabaron--.

En sus desvaríos Andrés Manuel se dirigió una carta a la Dirección General del periódico EL ECONOMISTA de la ciudad de México solicitándole espacio para discutir la reforma energética en puerta.

Según informó el citado diario la susodicha carta tiene dos problemas fundamentales. Primero, la carta tiene un logo de gobierno legítimo de México, y segundo, la carta la firma Andrés Manuel López Obrador, como “presidente legítimo” de México.

Agrega el diario que para ellos, como para todas las instituciones y organismos de México, sólo hay un gobierno legítimo y es el que preside el Lic. Felipe Calderón Hinojosa. El que alguien, fuera de sus cabales, quiera ostentarse como “presidente legítimo” de algún país, o creerse Napoleón Bonaparte, la “mamá de los pollitos”, o estar seguro de que es la reencarnación de un santo, es un problema inequívoco de un desarreglo mental que no le concede a nadie que se crea lo que no es, amparado en ello, el derecho a pedir espacio en un medio.

Asegura EL ECONOMISTA que, como siempre, mantendrá abiertas sus páginas a las opiniones de los ciudadanos sobre los grandes temas nacionales, pero, por lógica elemental, se reserva el derecho de usar el material dependiendo del grado de cordura del remitente.

Sigue diciendo el diario que en el caso específico de López Obrador, creerse el “presidente legítimo” de México y pedir espacio amparado en ello, revela un profundo desorden mental que lo descalifica para discutir los grandes temas nacionales.

Entre todos sus paniaguados, debe haber alguien que verdaderamente lo estime y que le sea leal para que lo aconseje positivamente, que evite caiga en el más completo de los ridículos, y que no vaya a pasar al historia como el otro López (Santa Anna) de triste memoria.



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