lunes, 20 de agosto de 2007

Aunque usted no lo crea


Enrique Galván-Duque Tamborrel

Hablamos de los caprichos de la fortuna,para disculparnos
y son en realidad loscaprichos de caprichos de nuestro humor
los que nos gobiernan.

Quien no recuerda la diaria y famosa sección de Ripley, tanto que era parte de anécdotas, cuentos y chistes entre niños, jóvenes y adultos. Entre toda la humanidad, y a través de los siglos cuántos personajes cupieron en esa sección, unos excelsos como: Jesucristo; otros no tan excelsos como algunos de los destacados santos y santas; y finalmente los no menos valiosos como loa que han luchado por el bien de la humanidad, de quienes no doy nombres para no despertar una polémica innecesaria y por demás inútil, ya que en esto hay muchas maneras de pensar que yo respeto sur toutes les choses (sobre todas las cosas). Y sí, no cabe duda que la diversidad de pensamiento enriquece a los pueblos, además es un derecho individual inalienable la libertad de tenerlo y expresarlo –claro está que sin perjudicar a nadie--, mas en esto hay que tener cuidado pues el mantener una posición caprichosa y/o necia y tratar de imponérsela a otros rebasa con facilidad este límite, porque seguramente habrá –de hecho lo hay-- mucha gente que se sienta afectada de alguna forma.
Históricamente hay muchos que figuran entre esa pléyade de personajes caprichosos y/o necios. En la historia reciente podemos citar a Lenin, Stalin y Hitler, quienes para cumplir un capricho y aunque usted no lo crea sometieron a millones de congéneres a depravaciones sin fin. En la época actual tenemos como ejemplares sui generis de esa calaña a: Fidel Castro y Hugo Chávez que aunque usted no lo crea por cumplir un capricho, el primero perjudicó –y sigue perjudicando-- a muchos de sus paisanos, y el segundo está empecinado, aunque usted no lo crea, en cumplir su capricho de fregar a sus paisanos.
Pero acá en nuestro querido México no nos quedamos cortos, contamos con un espécimen ad hoc: el Gabrichitos, como ya le dicen algunos a Andrés Manuel López Obrador --en alusión a la historia del niño caprichudo llamado Gabriel, a quien sus amigos le aplicaron ese mote--, quien comportándose como un nuño caprichoso esta empecinado, aunque usted no lo crea, en desconocer a todos y a todo lo que no esté de acuerdo con su capricho: a las Instituciones, al Gobierno a los Poderes, a la Selección Mexicana, a Ana Guevara, a Hugo Sánchez, etc., etc., etc.…. Claro que, aunque usted no lo crea, el Gabrichitos no está sólo –si lo estuviera ya se habría apagado--, no, ha sabido –en esto hay que reconocerle su habilidad y su maquiavélica inteligencia-- inculcarle aproximadamente a 12 millones de gente sus caprichosas ideas. Aparte, y en forma importante, tiene su -- digamos algo así como su Estado Mayor -- grupo de paniaguados (incondicionales) que le besan los pies y lo siguen por doquier acatando ciegamente, aunque usted no lo crea, todo lo que diga o haga el Señor --con los calificativos del Mesías, el Iluminado, el Enviado del Cielo y qué se yo cuántos más.
Ahora, en vísperas del primer informe presidencial –el Presidente de la República reconocido así por todos, aquí, allá y acullá-- el Gabrichitos, aunque usted no lo crea dice a voz cantante y ordena a sus paniaguados, actuando como niño caprichudo, que el único Presidente de la República Mexicana es él, que el informe –el único y valedero informe-- lo va a dar él. Así a la voz del amo, todos los perredistas se disponen a bloquear el acto oficial y ofender, una vez más, al pueblo de México. ¿Hasta cuándo niños caprichosos, y berrinchudos además?
Yo pienso, con el debido respeto y sin mínimo deseo de ofender, que el Peje es un espécimen sui generis para que se realice un muy interesante estudio antropológico. El no se imagina –el caprichoso no piensa más que en él-- el daño tan grande que le está haciendo a el país, su patria a la que tanto dice amar –“obras son amores y no buenas razones”-- y sobre todo, contrariamente a lo que tanto pregona, el daño tan grande que le está haciendo a los pobres, porque son ellos, precisamente los que menos tienen, los que más se afectan. Ejemplo de esta aseveración es el resultado del bloqueo del las calles de la Ciudad de México, el Paseo de la Reforma entre ellas, durante las semanas que siguieron a la declaratoria de Presidente Electo por el TRIFE en agosto de 2006. Otra claro ejemplo fue –y sigue siendo-- los borlotes armados por los maestros y la APPO en Oaxaca durante 2006 y el presente 2007, borlotes los cuales son apadrinados por López Obrador y sus paniaguados, ¿o qué no señor Fernández Noroña?
No sé que nos depara el futuro –si fuera adivino no estaría pobre como estoy y tendría lo suficiente para ayudar a tanta gente como quisiera--, pero si estoy seguro de que la historia pondrá en su debido lugar a Andrés Manuel López Obrador –alias el Peje, alias Gabrichitos, alias El Mesías, La Esperanza, etc.--
Mes crees amis, quand je mourrai, plantez un saule au cimetière. «Mis queridos amigos, cuando muera, plantad un sauce en mi tumba»
Escuché hace unos días a Elena Poniatowska decir una serie de loas para Andrés Manuel, ¿quien lo diría de una persona supuestamente culta?, lo que me hizo recordar que cuando una persona culta se reúne con un grupo en el que predominan los caprichosos y/ necios, forzosamente se verá obligado a decir necedades; pero con la circunstancia de que como no está acostumbrada a decirlas, las dirá peor aún que los otros y naturalmente hará mal papel, apareciendo más tonta y necia que los demás. Los caprichosos y/necios porfían, los sensatos consideran.
Decía don Pelayo Asnari que es un capricho tratar de ser comprendido, para lograrlo sería necesario que uno se comprendiera antes… ¡y eso es imposible! Y… aunque usted no lo crea: Una cosa es ser terco y otra ser perseverante.
Los consejeros del Peje –si es que oye consejos porque a mi se me hace que no le hace caso a nadie porque “sólo sus chicharrones truenan”-- deberían de recordarle que hay discursos muy aplaudidos que no son otra cosa que una sarta de necedades.

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