domingo, 28 de septiembre de 2008

Los nuevos nazis mexicanos

Die neuen mexikanischen Nazin
an Ihrem Service von mein zum führer Andrés Manuel López Obrador

Todos a la orden de Mein Führer Peje
Por: Noestrujen Keajan


Una de las características más sobresalientes, más nefastas, del autoritarismo, es el “no” al diálogo, el “no” al proceso humano de mejorar el contenido de una proposición o propuesta por medio del intercambio civilizado de ideas. En la tradición del “nazismo”, o nacional socialismo, la mera osadía de proponer algo alterno a la nueva filosofía del tercer Reich era motivo de fusilamiento. En la Unión Soviética era traición a la Revolución e ipso facto al paredón. Lo mismo, quizás menos drástico, en la Cuba de Castro. Y ahora parece que su Majestad Hugo Chávez quiere emular a Castro.
Sólo los bonitos, fieles al Reich, fieles al socialismo, con unas credenciales lo suficientemente nacionalistas, eran dignos de tomar la palabra, de decir, de opinar, de descubrir. La conversación del ser humano con la historia, y con la historia de ideas, terminaba con el Nuevo Orden.
Igual pasó con el comunismo, tanto en su versión estalinista, como en su versión maoísta. En un régimen de autoritarismo político, las ideas no tienen consecuencias.
Ahora resulta que, de acuerdo a los más posicionados intelectuales de nuestra ilustre “izquierda”, como es el caso del (muy comentado) criterio de los eximios Lorenzo Meyer y José Antonio Crespo, las propuestas sobre el petróleo mexicano sólo pueden provenir de la “izquierda”, pero muy específicamente, de la “izquierda que tenga en orden sus credenciales nacionalistas”.
Obviamente no podrían ser de credenciales “norcoreanas” o “cubanas”, o hasta “bolivarianas”, porque incluso en esos regímenes se permiten contratos de riesgo, o la participación de inversión privada, por más limitada que esté la misma, en el sector de energía.
Otros miembros de la brigada de este nuevo “¡cállate!”, tal como Guadalupe, o la todologa Claudia, se congratulan en suponer que ellos, miembros de esa izquierda nacional, de ese nacional socialismo a la mexicana, tienen criterio exclusivo para hablar con la verdad. Sólo aquellos que han visto la verdad tienen derecho a promulgarla.
¿En qué difiere este criterio del criterio tradicional tercermundista a fondo, del Tercer Reich, del nacional socialismo, del “nazismo”? Es pregunta…
¿Acaso opiniones sobre las nuevas tecnologías para explorar yacimientos en las aguas ultra profundas requieren venir única y exclusivamente del criterio del nacional socialismo petrolero? ¿No puede haber otros que opinen, digan, discutan o debatan? ¿Sólo estos apóstoles de la “verdad” nacional pueden opinar sobre asuntos de petroquímica, de tasas de reposición, de planeación financiera, de compras gubernamentales, vaya, hasta de los programas de cómputo que se utilicen en la gloriosa estatal petrolera?
Así, la verdad es fácil, es por decreto, por herencia, por derecho divino nacional. Esta “estatolatería”, o sea, la adoración patológica por el ogro filantrópico estatal, está bien. Todos tenemos derecho a nuestras opiniones.
¿Acaso insistimos que las Sheinbaums, las Loaezas, los Meyer, vaya, hasta los AMLOs, se deben callar la boca, por motivo de su patético analfabetismo económico? ¿Porque sus “credenciales económicas” no están en orden, y realmente no saben de lo que hablan? No. Buscamos debatir, dialogar, convencer. Pedimos lo mismo de la brigada “estatólatra”, de los ilustrados nacionalistas.
Precisamente, el propósito de mantener el diálogo, la conversación abierta, es que no lleguen los tiranos, los demagogos, los idiotas, hasta los nazis, presumiendo hablar con la verdad, toda la verdad, no por argumento o raciocinio, sino por herencia nacional, a punta de palos, paredones y Gestapos de la esperanza.


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