sábado, 4 de abril de 2009

Pensionados y decrecimiento poblacional, ¿Una bomba a ´punto de explotar?

Fuente: Yoinfluyo
Autor: Raúl Espinoza Aguilera
24 de marzo de 2009
Estamos celebrando el “Día del Pensionado”. Es magnífica la labor que diversas instituciones públicas y privadas realizan para que muchas personas de la tercera edad tengan asegurada su manutención, vivienda, medicinas y, en general, una vida digna hasta el final de sus días, después de muchos años de trabajo fecundo. Sin embargo, este asunto se vuelve cada día más complejo porque en México ha ocurrido un decrecimiento poblacional: el nacimiento de niños ha bajado. También son menos los jóvenes que están tomando el relevo generacional a consecuencia de las políticas antinatalistas, que particularmente impulsó el ex presidente Luis Echeverría con aquel conocido slogan de que “La familia pequeña vive mejor”, y por todos los medios clínicos y de comunicación, se procuró reducir drásticamente el crecimiento poblacional.

Por otra parte, se ha ido introduciendo paulatinamente el “síndrome del jubilado”. Narro un caso que me tocó vivir de cerca. En San Francisco Acuautla, Municipio de Ixtapaluca, Estado de México, existe una escuela para niños y niñas llamada “Educar, A.C.”, donde por muchos años impartí clases. Se acostumbra dar cursos de orientación familiar a los padres a lo largo de todo el curso escolar.
En cierta ocasión, un alumno de tercer año de Primaria me dijo que sus papás no podían asistir a los cursos ni a los convivios diseñados para su formación, debido a que ambos cónyuges trabajaban y llegaban hasta ya tarde a su casa. Me consultó si, en su lugar, podría venir su abuelito. Le contesté que me parecía muy bien y que, en cuanto pudiera, me lo presentara para conversar con él.
A los pocos días, el niño vino acompañado de su “abuelito”. Para mi sorpresa era una persona de edad madura –48 años– todavía fuerte y en plenitud de vigor físico y mental. Me comentó este “abuelito” que desde hacía varios años era pensionado del Seguro Social porque desde muy joven había trabajado como camillero en las ambulancias y que, pasados 25 años, lo habían jubilado.
Realmente esta persona era digna de compasión: en la plenitud de su vida tenía la “psicología del anciano”. Me enumeró detalladamente todos los achaques que tenía, que ya se sentía muy cansado para continuar trabajando, que se quedaba todo el día en la casa para cuidar de sus nietos y apenas salía, que en el futuro ya no pensaba laborar porque ya había dedicado los mejores años de su vida como camillero, y un largo etcétera.
Normalmente, después de las pláticas de orientación familiar se suelen organizar diversas actividades deportivas para ayudar a una mejor convivencia e integración familiar de los papás. Este “abuelito” invariablemente me decía que él no jugaría “futbolito” por sus múltiples males físicos...
En conclusión, físicamente todavía podía dar mucho en el terreno laboral, pero psicológicamente era ya un inválido. Aclaro que me parece espléndido su interés y dedicación por sus nietos, ¡pero de eso a que tenga la mentalidad de un anciano de 80 años… todavía hay mucha productividad que podría realizar en beneficio de la sociedad y de su misma familia!
Por otra parte, existe la tendencia a jubilar a personas de 60 a 65 años (hay empresas donde los jubilan desde los 55 años). Hace poco me encontraba con un catedrático universitario que, en plenitud de su saber científico y sus conocimientos, lo habían jubilado. Me lo decía con verdadera tristeza: “Sencillamente te dan las gracias, te dicen que pases por tu cheque. Te piden que ya no impartas más clases, te quitan tu oficina, tu secretaria y... ¡házle como puedas!”.
Y concluía: “¿Y todos esos años de experiencia, de preparación, de dominio sobre mi saber científico? ¿Va a parar todo a la basura por el sólo hecho de que cumplí 65 años, cuando justamente ahora me siento todavía con mucho entusiasmo y vigor para seguir dando clases? No me parece justo, aunque así lo establezca la ley”.
Coincido con este profesor universitario. Más aún, en estos tiempos de crisis económica, considero que lo que más necesita nuestro país es de mujeres y hombres que trabajen intensamente, con pasión, con gusto de colaborar en el bien común. No podemos darnos “el lujo” de desechar a hombres con gran sabiduría por el sólo hecho de que ya cumplieron 60 años.
Basta mirar a la antigua Grecia y Roma en la que las personas mayores eran particularmente consideradas y se les pedía su sabia opinión (por cierto, de allí viene la palabra “senador”, de “senior” –en latín–, refiriéndose al cúmulo de conocimientos y experiencias que suelen adquirir las personas mayores). Antes se les valoraba en mucho, ahora sencillamente se les desecha como seres inservibles a la sociedad.
Por otra parte, a principios del siglo XIX, Thomas Robert Malthus intentó demostrar que el control de la población era una constante histórica desde los tiempos más antiguos y que el control de la natalidad era una condición indispensable para la supervivencia de la Humanidad. Sostenía que los alimentos crecían de forma aritmética, en cambio, la población de manera geométrica. La conclusión era que la sociedad humana se moriría de hambre en pocas décadas.
Sus predicciones fracasaron rotundamente, y han quedado a nivel de ciencia ficción sus catastróficos futurismos, como los célebres escritos de H. G. Wells, de Julio Verne, y ahora con Tolkien (“El Señor de los Anillos”) o Rowling (“Harry Potter”).
Lo que sí es completamente verdadero es que está ocurriendo una “bomba demográfica”, ¡pero de despoblación! Desde los años 60, muchos especialistas en Demografía vaticinaron una lamentable realidad: “El Crecimiento Cero en Europa”. En otras palabras, se prevé que hacia el año 2040 ó 2050 habría drásticamente un mayor número de ancianos que de niños y jóvenes. ¡Esto sí que se ha cumplido al pie de la letra!
Es más, con frecuencia los turistas comentan que, en sus travesías por el Viejo Continente, es muy notable la ausencia de niños pequeños y de mujeres embarazadas. Existe un miedo de traer hijos al mundo. Muchos jóvenes prefieren casarse a los treinta y muchos; otros mejor no casarse y vivir en unión libre. Es también frecuente que cuando un matrimonio pasa de los 40 años y quieren tener hijos, la mujer ha perdido ya su fertilidad.
Con todo, desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y sus filiales como la Organización Mundial para la Salud (OMS), continúan con sus campañas antinatalistas particularmente en los países en vías de desarrollo. Destinan millones de dólares para promover abortos, esterilizaciones masivas, píldoras microabortivas, etc.
Le escuché hace poco una conferencia a la especialista en esta materia, Lic. Emilia Montejano, y comentó que desde principios de los años 70, con el llamado “Informe de Henry Kissinger”, quien entonces era Secretario de Estado del Presidente Richard Nixon, consideró como “una seria amenaza para los intereses mundiales el crecimiento poblacional de los países del Tercer Mundo, debido a que se estaban acabando los recursos naturales del mundo y que éstos, de modo prioritario, se deberían conservar por el bien económico de los países desarrollados (léase, Estados Unidos)”.
Como consecuencia de estas políticas antinatalistas, la despoblación en México y el resto de los países está a la vuelta de la equina. El demógrafo Longman en su documental “El Invierno demográfico: el declive de la familia humana”, muestra crudamente esta verdad. “La realidad más siniestra de la vida en el siglo XXI será el desplome de los índices de natalidad humana en casi todas las partes del mundo”.
El periodista Jeff Jacoby, en un reciente trabajo de investigación, concluye: “La fertilidad humana lleva años descendiendo y se encuentra ahora por debajo de los niveles de reemplazo –el mínimo requerido para prevenir la despoblación– en cantidades sustanciales de países, incluyendo China, Japón, Canadá, Brasil, Turquía y toda Europa”.
En algunos países, el colapso ha comenzado ya. Rusia, por ejemplo, está perdiendo hoy 700 mil habitantes por año.
En México, los directores de kinders y escuelas primarias comentan que –a diferencia de hace 30 ó 40 años– el llenar los colegios de alumnos es tarea ardua porque hay menos niños.
En conclusión, es tarea urgente reconsiderar el importante papel de la familia humana y la necesidad de que tengan hijos. No puede recaer todo el peso económico en una reducida población juvenil para sostener a millones de pensionados y jubilados.
Porque con muchos menos niños naciendo hoy, habrá muchos menos adultos mayores teniendo un seguro mañana.

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