martes, 19 de enero de 2010

“Hágase mi voluntad aquí en la tierra”

El Mesías: Andrés Manuel López Obrador

 

Por: Antero Duks

Enero / 2010

 

"yo sólo  observo las leyes que me gustan"

(Andrés Manuel López Obrador)

 

matrimonio. (Del lat. matrimonĭum). m. Unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales. || 2. En el catolicismo, sacramento por el cual el hombre y la mujer se ligan perpetuamente con arreglo a las prescripciones de la Iglesia. || 3. coloq. Marido y mujer. En este cuarto vive un matrimonio. || 4. P. Rico p. us. Plato que se hace de arroz blanco y habichuelas guisadas. || ~ a yuras. m. matrimonio clandestino. || ~ civil. m. El que se contrae según la ley civil, sin intervención del párroco. || ~ clandestino. m. El que se celebraba sin la presencia del propio párroco y sin testigos. || ~ de conciencia. m. El que por motivos graves se celebra y tiene en secreto con autorización del ordinario. || ~ de la mano izquierda. (Porque en la ceremonia nupcial el esposo daba a la esposa la mano izquierda). m. El contraído entre un príncipe y una mujer de linaje inferior, o viceversa, en el cual cada cónyuge conservaba su condición anterior. || ~ in artículo mortis, o ~ in extremis. m. El que se efectúa cuando uno de los contrayentes está en peligro de muerte o próximo a ella. || ~ morganático. m. matrimonio de la mano izquierda. || ~ por sorpresa. m. El que se celebraba expresando su consentimiento los contrayentes ante testigos aptos y un sacerdote con jurisdicción, pero no requerido para ello. Siguió siendo válido, aunque nunca lícito, hasta principios del siglo XX. || ~ rato. m. El celebrado legítima y solemnemente que no ha llegado aún a consumarse. || constante el ~. loc. adv. Der. Durante el matrimonio. □ V. cama de ~, palabra de ~.

 

La diputada Mariana Gómez del Campo, líder de la fracción del PAN en la Asamblea Legislativa planteo, hasta el cansancio, que respetaba absolutamente a los homosexuales como seres humanos que son y que tienen los mismos derechos que cualquier otro ciudadano, que existen otras figuras legales para garantizar la unión conyugal entre ellos, pero que no se le puede llamar matrimonio a lo que no es tal, es tanto como llamar motocicleta a un coche,  o  cebra a un camello.  En el primer caso, ambos tienen motor y sirven para transportar, pero son diferentes tanto en su uso como en su tipo.  En el segundo caso, ambos son cuadrúpedos pero son totalmente diferentes, y jamás podrán cruzarse normalmente.  A todas luces es notorio la falta de razonamiento de los perredista y por ende caen en la necedad.

 

A lo anterior, impuesto a raja tabla, con lujo de superioridad, le adicionan después, en forma de burla, el derecho de adoptar hijos, obviamente menores, abusando del poder decidieron sobre el futuro de quien, por su edad, no puede decidir, violando por ende sus derechos.  A lo que la diputada del PAN argumentó que esa decisión, que por obvias razones tiende a polarizar a la sociedad, debería tomarse previo estudio profundo de especialistas –pediatras y psicólogos--, así como de una muy profunda consulta ciudadana.  Lógica la postura de Mariana ¿verdad?, pues no, a los legisladores del PRD, PT y convergencia no les gustó y dijeron al unísono: "aquí sólo mis chicharrones truenan" y aprobaron que los "matrimonios" formados por homosexuales podían adoptar hijos.

Ahora bien, veamos:"¿Dónde empieza una familia? Comienza cuando un varón joven se enamora de una chica, no hemos encontrado aún ninguna alternativa superior", Winston Churchill.

La asamblea del Distrito Federal de México aprobó hace algunos días reformas al código civil para permitir que pueda haber matrimonios entre un hombre y otro hombre, o bien una mujer y otra mujer. No sólo eso, ambos cónyuges, "por ministerio de ley" podrán adoptar plenamente niños.

Personalmente no estoy de acuerdo con la conducta homosexual, aunque respeto y estimo a aquéllos que deciden ir por esos derroteros. Estoy a favor de la igualdad de derechos y me parece una aberración que se penalice a los homosexuales. Sin embargo, estoy convencido de que la reforma aprobada por la asamblea es un acto injustificado de intervencionismo estatal a la autonomía de sus ciudadanos.

El problema de la reforma es que se modifica la protección de la institución matrimonial y, con ello, la protección jurídica de los actualmente casados. Del reconocimiento de un hecho preexistente a las leyes estatales (un matrimonio con hijos) se ha pasado a la creación de ese hecho por las mismas leyes estatales (inventando matrimonio ahí donde no lo hay e, incluso, dotando de hijos ahí donde biológicamente no puede haberlos).

El estado constitucional, tal como lo conocemos, tiene poco más de dos siglos de historia; el matrimonio judeo-cristiano, más de tres mil años. Más aún, la institución matrimonial (entre un hombre y una mujer) ha estado presente en todas las civilizaciones de las que se tiene registro. De tal modo que el estado-nación no inventó la figura, simplemente reconoció un hecho que ya estaba presente, al que juzgó valioso darle la protección de la ley.

Con las reformas de la asamblea, el matrimonio se desnaturaliza y de ser un hecho concreto y generalizado, reconocido y tutelado por la ley, se convierte en un derecho abstracto e impersonal.

Varios connotados científicos y autores, han señalado cómo las leyes y políticas públicas gestionadas desde el Estado han de respetar "so pena de fracasar" la legítima autonomía de otros "mundos sociales" que ni dependen de la institución estatal ni son creados por ella. El matrimonio y la familia es uno de estos mundos autónomos que el Estado puede o no reconocer, pero ni los crea ni los mantiene, ni menos aún los puede extinguir.

Valga una analogía. El prestigio de un profesional se adquiere gracias a la combinación de diversos factores (la institución donde estudió, su esfuerzo y dedicación, su pericia, etcétera). El Estado puede muy bien alentar y defender el derecho al buen nombre y merecido prestigio de alguien (independientemente de sus preferencias, sexuales también), pero sería absurdo imaginar una ley que establezca por decreto que todo ser humano debe tener, sólo por el hecho de existir, el máximo prestigio profesional. Las cosas no funcionan así. En este caso no toca al Estado otorgar prestigios o méritos por medio de leyes y hacerlo iría en contra de la tradición republicana y libertaria: sería sin duda una muestra de autoritarismo.

De manera similar el Estado no puede crear nuevas categorías de "matrimonio" o modificar esencialmente (tal como lo ha hecho la asamblea capitalina) la manera como la institución matrimonial funciona. Con las reformas se interviene injustificadamente para cambiar estatutos que ni han sido originados por el Estado ni dependen de éste para su conservación. Bajo el falso pretexto de la igualdad, se corre el riesgo de dañar un ámbito que las leyes estatales más bien deberían proteger y custodiar: el de la familia.

No tengo vocación de profeta, pero pienso que estas reformas, de prosperar, pueden tener uno de tres resultados. O bien destruirán la institución matrimonial con grave daño para la sociedad; o bien serán completamente irrelevantes quedándose en un acto simbólico, para complacer a parte de la galería bien pensante, y que enriquecerá aún más la ya de por sí surrealista fauna política mexicana; o por el contrario, la realidad del matrimonio y la familia, tal como la conocemos, saldrá fortalecida y se impondrá al final a las reformas. Pero sea cual sea el desenlace, se alteran y merman libertades ciudadanas existentes antes de la creación del Estado mexicano.



«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»

No hay comentarios: