martes, 11 de septiembre de 2007

El informe que no fue

Septiembre 2 de 2007

José Manuel Ortiz Rodríguez

Prendí la radio y me remonté a aquellos lejanos días en los que sólo se podía escuchar la voz del Presidente en todas las estaciones. Ese secuestro de los medios de comunicación en aquellos lejanos días de la Presidencia Imperial en los que se le negaba a la sociedad su derecho a escuchar algo distinto.

El timbre de voz y el estilo de Felipe Calderón nos remitían al presente. Sin embargo, las largas ovaciones no hacían sino evocar aquellos días del Presidente omnipotente y omnipresente en la vida da la Nación.
La invitación al diálogo con los diferentes actores para solucionar los problemas estructurales sonó conveniente y necesaria para un país que requiere del concurso de todos para salir adelante. No obstante, la negociación que tuvo como consecuencia que el sábado sólo se entregara el informe por escrito al sustituto de la Presidenta de la Cámara de Diputados nos muestra una muy acotada capacidad de construcción de acuerdos de nuestros políticos.

La buena noticia es que el país se ahorró las grotescas muestras de descontento de algunos diputados que en años pasados mostraban lo peor de ellos mismos. En esta ocasión sólo fuimos testigos de la indiferencia de diputados y senadores de la oposición y de la ausencia de legisladores tan coherentes que aceptaron su nombramiento del mismo proceso electoral que descalifican.

En el discurso, contrario a lo que ocurría en los fastuosos rituales presidenciales del siglo pasado, el Presidente Calderón no sólo mencionó los logros realizados, sino que hizo mención de algunos de los problemas que siguen aquejando al país: la inseguridad, la economía, la generación de empleo, la pobreza y marginación y la democracia, entre otros.
En cuanto a seguridad, fue muy pertinente su reiteración de la duración de esta lucha contra el crimen organizado en la que se compromete el futuro del país. La breve mención de la corrupción de las autoridades no disminuye su importancia. En ese sentido, aún faltan acciones que disminuyan la posibilidad de colusión de los criminales con aquellos que deberían de combatirlos.

En el plano económico, la estabilidad del país es positiva, sin embargo, aún dependemos demasiado de la economía de Estados Unidos y a pesar de que se han logrado algunos acuerdos legislativos, aún no hemos concretado las reformas estructurales que nos permitan ser más competitivos y que faciliten la creación de empleos, una de las promesas que este gobierno ha cumplido a medias.

En cuanto al combate a la marginación, los 14 millones de mexicanos que viven en pobreza extrema no pueden ser ignorados, como tampoco puede ser ignorado el hecho de la pésima calidad educativa que tenemos en el país. En ese sentido, si bien es positivo que no se quieran tapar los problemas, no es menos relevante el hecho de que la solución no sólo pasa por el gobierno federal sino por todos los actores políticos y sociales del país.

En el plano de la gobernabilidad, los acuerdos en el Congreso, si bien no son despreciables, aún son insuficientes para asegurar la democracia y el crecimiento en el país. Los acuerdos a los que llegaron para que se realizara el informe de gobierno nos dan cuenta de ello: se siguen construyendo acuerdos de grupo, a costa de dejar de lado los acuerdos que beneficien a todo el país.

No hubo crisis por el informe de gobierno, sin embargo, ese es un consuelo absurdo, toda vez que el respeto a las instituciones y a las leyes es lo mínimo que deberíamos de exigirles a nuestras autoridades. Para que el país avance, se requieren soluciones completas, con visión de largo plazo en las que estemos comprometidos todos los mexicanos, no soluciones superficiales, coyunturales y de corto plazo.


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