lunes, 3 de septiembre de 2007

Paranoia, distintivo de Andrés Manuel López Obrador


Enrique Galván-Duque Tamborrel

Antonio Torres, psiquiatra experto en trastorno de ansiedad y fobias, investigador en psicofarmacología clínica, y quien ocupó la subdirección de Psiquiatría del Instituto de Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco Suárez, explicó a Crónica cómo podemos analizar rasgos evidentes de la personalidad de Andrés Manuel López Obrador, sin romper con el principio ético de confidencialidad (ya que nunca ha sido su paciente) y el del rigor científico, asumiendo las limitaciones de esta metodología, tomando en cuenta su quehacer público, documentado en todo tipo de medios de comunicación, y expresamente, en su conducta inmediata en la realidad política del país.

Andrés Manuel López Obrador ha expresado repetidamente su convencimiento de que existe un complot en contra suya, desde la candidatura a jefe de gobierno, cuando no cumplía con el requisito de residencia en el Distrito Federal, pasando por el desafuero, la campaña para la Presidencia y, ahora, cuando los resultados le son adversos en los comicios del dos de julio.

Es cierto que es posible identificar una conducta repetitiva, coincidente con un trastorno de personalidad paranoide.
— ¿Cómo es ese trastorno?
— Es un fenómeno delirante, de contenido litigioso, querulante, descrito por la escuela clásica alemana. Es una entidad muy peculiar. Toda la conducta, lo cotidiano, parece normal. No hay señales de deterioro intelectual, son individuos aparentemente congruentes, difíciles de diagnosticar incluso para el especialista. Sin embargo, hay un elemento de juicio alterado de la realidad, y resulta muy arduo identificar dónde comenzó en la biografía del paciente.
— ¿Es decir, que puede pasar inadvertido para él mismo y su entorno cercano? —Así es. Dilucidar dónde y cuándo ocurrió el punto de quiebre es trabajo de muchas sesiones de reconstrucción de historia clínica, al punto de que pueden pasar años antes de precisarlo.
— ¿Pero los signos y síntomas son evidentes?
—Se hacen patentes ideas falsas de la realidad, y la dificultad estriba en que, sobre esa premisa falsa, se construye un edificio de ideas que parecen estar correctamente hilvanadas. Pero la paranoia es un signo distintivo. Buscan indefectiblemente un perseguidor, una situación de acoso y ataque, y para enfrentar a ese enemigo, articulan una serie de argumentos bien estructurados, creíbles, hasta inteligentes, con la salvedad de que el enemigo o la situación amenazante es falsa. No existe.
— ¿Cómo asumen el juego de ganar y perder?
— Existe un problema básico en la situación que López Obrador deja ver en su conducta pública: saber si la evidente deformación de la realidad es una simulación —que también es una patología clínicamente reconocible— o si está genuinamente convencido de que existe un complot en su contra, y actúa en consecuencia.
— ¿Es decir, puede estar mintiendo y tratarse de una estrategia o puede ser una distorsión patológica de la realidad?
— Es correcto. En la simulación, el individuo está perfectamente consciente de lo que pasa y miente, hasta donde sea necesario, para obtener su objetivo. En este caso, el poder político. Se sabe que el poder político es amoral. Es decir, la obtención de la victoria a costa de lo que sea es algo que se ha observado a lo largo de la historia. Mentir, manipular, engañar, distorsionar, amenazar e incluso tomar las calles e incentivar una revuelta está documentado como parte de la historia de muchos países.
— ¿AMLO puede ser un ejemplo muy refinado de un simulador llevando su objetivo al extremo?
—Claro, y además, puede ser resultado de la estrategia política diseñada para él por asesores y grupos adherentes. Si todos siguen a López Obrador en sus mentiras, parece lógico que estén de acuerdo en mentir y distorsionar la realidad con fines políticos.
— ¿Pero también puede tratarse de un problema de personalidad paranoide? — Desde luego. En este escenario, el paciente no tiene conciencia de la realidad. Se acerca mucho a un cuadro psicótico, en el que los enemigos son implacables y él se ve forzado a acciones heroicas para defenderse. Él y sus motivaciones. Por eso, es extraordinariamente difícil dilucidar si su obsesión es falsa o genuina. Ver enemigos en todos lados y pelear activamente contra ellos sale de cualquier parámetro lógico. Entonces tenemos a un individuo que juega a la política sin escrúpulos, capaz de movilizar a la gente si es necesario, o a una personalidad convencida de que él es el centro de toda la historia, y que su papel ineludible es ser Presidente, y llevar de todas maneras a la gente a presionar en las calles.
— ¿Es una fantasía de mártir?
— Aunque no podemos determinar si se trata de una simulación o de un auténtico mesianismo, López Obrador se ha comparado con Jesucristo, ha invocado al Mal como su contrincante…
— ¿Por eso le gusta darse baños de pueblo, predicar, arengar…? — Es su elemento favorito. Si lo cree auténticamente, si sus allegados alimentan estas fantasías o juegan a su papel es algo que quizá ni ellos mismos tengan claro. Evidentemente hay personas inteligentes y preparadas en su equipo, y podemos ver cómo les cuesta trabajo salir a explicar algunos errores obvios.
— ¿El mesianismo es políticamente rentable todavía?
-- Sí, en la medida que promete bienes, privilegios o justicia, aunque nunca explique cómo lo va a lograr. Sin embargo, falta analizar cómo es que no funcionó totalmente el modelo. La mayoría del pueblo mexicano rechazó la oferta mesiánica de López Obrador, muchos de ellos en la pobreza extrema. — ¿Para que exista un Mesías se necesita un pueblo que requiere ser liberado…? — Puede ser el caso que la sociedad mexicana no está necesariamente pensando en un líder así, y si es el caso, la reacción de López Obrador a este escenario puede ayudarnos un poco a dilucidar el enigma de si se trata de un simulador o de un paranoide.
— ¿Cómo?
— Si se trata de una estrategia política inteligente, estructurada, con despliegue de prospectiva de escenarios y alternativas de solución, AMLO deberá acatar la resolución del Trife y aprovechar el capital político que cosechó: senadurías, la segunda posición en el Congreso, interlocución válida y respetable, el gobierno de DF, y trabajar para seguir ganando espacios en las elecciones por venir. Tendrá que rectificar el error de cálculo en la campaña y aspirar a una segunda candidatura, con un discurso diferente. Esa es la normalidad política en todo el mundo. Oscar Arias, Alan García, la izquierda en Chile, en Francia… todos aprenden de sus errores y siguen en la lucha política. — ¿Y si se trata de un trastorno de personalidad?
—Verá como imperante el tomar el poder, usar su capital carismático en aras de romper el orden civil, anular la elección, imponerse como la única solución al conflicto, que es como una personalidad con trastorno paranoide asumiría la realidad. No negociará porque su posición es irreductible. Ganar es la única opción para alguien que tiene como obsesión el poder político —como obsesión patológica— y en cuyo caso llevará el delirio litigante hasta sus últimas consecuencias.
— ¿Lo van a seguir sus allegados?
— Es difícil saber si se van a dar cuenta o si van a asumir esta posibilidad de trastorno. Para muchos de ellos, la causa es justa, y no necesariamente es central la figura de López Obrador. Si le compraron el proyecto, van a seguir con él. Algunos van a identificar los rasgos obsesivos, y harán de la vista gorda, porque políticamente les conviene. Si les gusta lo que escuchan, lo pueden apoyar. Es interesante insistir en darse cuenta de que el país en su conjunto no le compró el proyecto.
— ¿Si AMLO llegara al poder, cómo gobernaría?
— Es algo muy difícil de determinar, porque tendríamos que evaluar su conducta respecto de sus contrincantes, la necesidad de ver reivindicados sus preceptos… dependería mucho de si se trata o no de un simulador o de un individuo con trastorno de personalidad paranoide… con todo lo que ello implica

No hay comentarios: