lunes, 7 de diciembre de 2009

Abascal: un modelo de político


Equipo yoinfluyo


diciembre de 2009



LA 'VOCATIO' DEL POLÍTICO



Estimado lector: ¿Usted imagina a un político honesto? ¿Visualiza usted a una persona que se dedique a los asuntos públicos, pero que, además, sea capaz de conjugar su vida pública con su vida privada, familiar? ¿Realmente cree que todos los políticos desvían recursos públicos para satisfacer intereses particulares? ¿Y qué pensaría si usted supo y vio encarnados estos valores en un servidor público y probablemente ni cuenta se dio?



Como usted sabe, el hecho de que cualquiera se dedique a la política sin tener propiamente vocación para ésta puede tener consecuencias fatales. Bueno, para qué le cuento. Usted todos los días mira este fenómeno en los periódicos y en las noticias. Por eso, antes que cualquier cosa, le invito a revisar qué significa tener vocación para la política.




El diccionario define a la vocación como una "inclinación a cualquier estado, profesión o carrera". Del latín vocatio, la vocación es también una "aptitud especial para una profesión o carrera". En este sentido, la vocación es un asunto crucial para cualquier individuo porque define en gran medida el sentido de su existencia.



Ahora bien, si revisamos una vez más el diccionario veremos que la política es el "arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados. [...] Arte de conducir un asunto para alcanzar un fin". En este tenor, es importante indicar que el político es alguien "que se ocupa en los asuntos del Estado. [...] Versado en los asuntos del Estado".



Contrario a lo que nos muestra la mayoría de nuestros políticos, la política no es ni puede ser únicamente la administración de lo público, sino que se debe insertar en la pugna porque el gobierno, lo público, lo que es de todos, se encaminen a la consecución del bien común. Según Aristóteles, eso es, eso debe ser la verdadera política.



El famoso sociólogo alemán, Max Weber, diferencia claramente entre las personas que viven de la política y quienes viven para la política. ¿Cuántos de los políticos que nos gobiernan realmente viven para la política? ¿Cuántos de ellos aspiran a un cargo de elección popular para servirse de la política?



Los que viven de la política, según Weber, no tienen mayor objetivo que el enriquecimiento, la obtención del poder por el poder mismo, la dominación del otro. Son quienes se encuentran en una dinámica política viciada, en los términos de Aristóteles. Los segundos, los que viven para la política, encuentran en ella un sentido profundo para incidir en lo público. Sus razones para dedicarse a la política superan lo material.



En este sentido, la vocación política, desde la visión trascendente aristotélica, es una labor verdaderamente noble. El individuo que renuncia a comodidades legítimas para ponerse honradamente al servicio de una población es alguien generoso y su labor debe ser reconocida. Y es por esta razón que la labor de Carlos Abascal Carranza, en tanto político, debe ser celebrada, dado que él es un claro ejemplo de que todavía podemos aspirar a encontrar en la política hombres íntegros, honestos y con un ideal, un anhelo profundo y real de bien común.



CARLOS ABASCAL, EJEMPLO DE POLÍTICO



La vida de Carlos María Abascal Carranza estremece. Para bien o para mal. A unos inspira, a otros ofusca. Mucho se ha hablado sobre el entorno en el que fue formado, de su padre Salvador Abascal Infante, y la participación que tuvo éste en la Unión Nacional Sinarquista. No ahondaremos más en ello sino sólo diremos que Carlos Abascal comprendió desde muy chico que su misión en la vida era servir a Dios y a la Patria a través del servicio a los demás.



Y esta nota característica fue la que dio sentido a su vida. Su proyecto no era de poder, decía, era de servicio. Por eso es comprensible que se haya convertido en un modelo de político, de esos de los que el país necesita con urgencia, a manos llenas.



Cuando muere una figura pública, lo usual es esperar halagos y reconocimientos, antes que cualquier rasgo que pudiera enlodar la imagen del susodicho. Sin embargo, la congruencia de Carlos Abascal con sus convicciones, su compromiso con la Patria avasallaron a la tentación de lo políticamente correcto.



Joaquín López Dóriga aseguró el 3 de diciembre pasado: "Abascal ahora será leyenda". El senador del PRD y cercano colaborador de Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Monreal, aseguró que Abascal en varias ocasiones demostró tener una "buena mano izquierda". El caricaturista Paco Calderón lo llamó culto, demócrata y tolerante. La revista La Nación aseguró que Abascal fue siempre aliado de la razón que supo defender sus creencias sin acudir al dogma. Los periódicos Milenio y Reforma, a través de sus articulistas y editorialistas, rindieron un pequeño homenaje a Abascal.



Reconocido por propios y extraños, el ejemplo de Abascal en la vida pública es excepcional. Como servidor público logró mantener la paz laboral como nunca antes. Sus dotes de conciliador le permitieron entablar relaciones de concordia y respeto con la gran mayoría de los actores pertenecientes al sector laboral.



Verdaderamente preocupado por el bien de la nación, como secretario del Trabajo, Abascal promovió una reforma a la Ley Federal del Trabajo en la que, fundamentalmente, se establecía como prioritario devolver su dignidad a los trabajadores del país. Esta propuesta alcanzó el consenso de casi la totalidad de las centrales sindicales del país, aunque no procedió en el Congreso de la Unión.



Fue un interlocutor, un negociador, un mediador eficiente que vinculó a trabajadores y empleadores, teniendo siempre como fondo el telón de la justicia. Aunque tarde, el entonces presidente Vicente Fox vio en Abascal a un servidor público con la formación y visión necesarias para encargarle el despacho de Bucareli.



Afirma el ex vocero presidencial Rubén Aguilar: "En la coyuntura electoral y después de ella, Carlos recibió presiones e incluso insultos, me consta, que soportó con enorme dignidad y elegancia. Él se ponía por arriba de esas actitudes, en defensa siempre de lo que convenía al Estado. Nunca veló por sus intereses y sí por los de la República. De su parte nunca hubo rencores o ánimo de venganza".



Terminado su encargo público regresó al PAN, reactivo sus derechos partidistas –a los que había renunciado para desempeñar su cargo en Gobernación con imparcialidad– y llevó a cabo una reforma a los estatutos. Luego llegó su enfermedad, que a decir de algunos de sus allegados, asumió con valentía y fortaleza.



En su última intervención pública, una semana antes de morir, Carlos Abascal dijo: "(...) cuando uno revisa la vida, sobre todo cuando uno ha pasado largas semanas de silencio y reclusión en un hospital por ejemplo, hay tiempo para revisar la película de la vida, cuántas cosas hubiera querido uno hacer mucho mejor en el servicio de los demás comenzando por la propia familia.



"Sin embargo, somos viandantes, caminamos hacia la casa del Padre y el proceso de caminar y vencer los obstáculos y pisar piedras y torcerse el tobillo y fracturarse por una caída, forma parte de ese proceso de ir mejorando cada día como persona. (...) cuando tú te das cuenta de que estás hecho del amor de Dios entonces quien obra en ti es Dios, no tú. Lo que Él espera de ti es ese sí incondicional que te permita cumplir la vocación, la misión que Dios está esperando que cumplas".



UN SOCIÓLOGO FRANCÉS Y LA SANTIDAD EN LA POLÍTICA



¿Qué diría usted, amable lector, si escucha hablar de políticos santos? Para Zygmunt Bauman, la santidad es ser para el otro sin esperar nada a cambio, sin hacerlo por ninguna razón respecto al otro y sin más propósito que realizar la moralidad en la responsabilidad propia más acabada respecto al otro.



Aunque no lo crea, Bauman no es el apellido de un obispo, sacerdote o religioso. Zygmunt Bauman es un sociólogo polaco posmodernista inclinado hacia el marxismo. Y desde su palco, habla de santidad en lo público, aunque al concepto no le da contenido religioso. Dice Bauman que el santo es aquel que es capaz de, incluso, sacrificarse por el otro sin otra búsqueda más que el cumplimiento de su deber para con éste. En el fondo, el santo es el que es capaz de dar amor, en toda la amplitud del término, sin entender otra cosa que servir al otro.



Carlos Abascal creía que el hombre alcanza su libertad y su felicidad no sólo en la responsabilidad con el otro, sino a través del servicio constante y sistemático hacia el otro, teniendo como único fondo y apelando solamente al bienestar del otro.



Más allá del acto heroico, que sin duda se multiplicaron en la vida de Carlos Abascal, él se empeñaba en hacer de cada instante de su vida una oportunidad de servir. Carlos Abascal se asumió como servidor de otros, y su propia realización se produjo en comunión con la realización de los demás. Comprendió que formaba parte de una comunidad a la que quiso servir y en el servicio estuvo su razón de ser.



Si un político debiera tener una ambición, ésta tendría que ser la ambición sana de servir con celo y pasión a su sociedad, como la tuvo Carlos Abascal Carranza. Y es una lección lo mismo para los funcionarios públicos, para los burócratas, para los jueces, para los grupos de interés, para todos los que participan y tienen un rol que jugar en el espacio público. Esto es lo que diferencia a los hombres de Estado de los enanos de la política. Y ejemplos de ambas categorías abundan en la historia. Y en México.



Cualquier acción que se ejerce desde la autoridad deben construirse desde la visión del bien común, tomando a éste como la aspiración por excelencia, al que se subordinan las particularidades de la política. Por haber encarnado todo esto, Carlos Abascal debiera ser recordado no sólo como hombre lleno de virtudes, sino, sobre todo, como un modelo para cualquier político que aspire a vivir su vocación en lo público. Descanse en paz, don Carlos Abascal Carranza.






«EL RESPETO A LA LEY ENALTECE NUESTRO ESPÍRITU»
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