domingo, 11 de noviembre de 2007

¿Vamos bien o nos arrendamos

Ricardo Valenzuela

Desde que tengo uso de razón, siempre me intrigó la diferencia abismal entre nuestros países; México y EU. Como oriundo de un estado fronterizo, desde muy niño tuve la oportunidad de comparar puesto que, en los años cincuenta y sesenta, el viaje clásico de las familias sonorenses era a Nogales Arizona para efectuar las tradicionales compras antes de iniciar la escuela en Navidad. Desde que tengo memoria, guardo la imagen de mi niñez preguntándole a mi padre: "¿por qué Nogales, Arizona es tan bonito y Nogales, Sonora tan feo? Él me respondía: "Porque en uno hay gringos y en el otro mexicanos".
Esa interrogante navegó conmigo durante los primeros 30 años de mi vida, hasta que tuve oportunidad de salir de México a vivir y trabajar en otro país. Hace tiempo me propuse encontrar respuesta a mi gran pregunta: ¿Por qué los EU son tan ricos y México es tan pobre? Esa búsqueda me llevó a los lugares y con las personas más interesantes que yo jamás haya conocido. Me ha llevado a una serie de conclusiones que me han asombrado a mí mismo, desde aspectos políticos, religiosos, antropológicos, educación, y sobre todo, nuestras herencias mentales.
En la exploración en busca de respuesta a mi interrogante, he encontrado infinidad de argumentos. Sin embargo, el más convincente de ellos lo rescaté en un par de libros del autor Lawrence Harrison titulados: “El sueño Panamericano” y “Subdesarrollo es un Estado Mental”. Harrison acaba de publicar la segunda versión de uno de sus libros: “Subdesarrollo es un Estado Mental”, puesto que la primera edición se originó en 1985, y es sumamente interesante analizar los resultados del regreso de su pluma inquisidora para crucificar nuestros comportamientos ante un mundo que pretende alejarse de las actitudes mentales que llevaron a nuestro continente latinoamericano al subdesarrollo en que nos encontramos.
En sus obras originales, Harrison hace causa común con Octavio Paz para explicar el contraste entre las dos Américas: la heredera de Inglaterra, y la heredera de España y Portugal, cuando afirma: “Una, en la que se habla inglés, es la hija de la tradición que fundó el mundo moderno: la Reforma, con sus consecuencias sociales y políticas, democracia y capitalismo. La otra, en la que se habla español y portugués, es la hija de la monarquía católica universal y de la contra Reforma”: los legados Anglo protestantes e Ibero católicos. Es decir, identificaba las causas del progreso en una, y el subdesarrollo en otra, con la herencia protestante Calvinista y la democracia inventada por los padres de la patria americana por un lado, y en la herencia católica -enemiga del capitalismo- y la autocracia política de la corona de España.
En pocas palabras, mientras los EU se embriagaban de mercados y democracia con base en las ideas de Adam Smith y John Locke, e implementadas por Jefferson, en México nos envolvíamos en una serie de sangrientas guerras entre militares sedientos de poder que nos produciría la dictadura Porfirista, y después la revolución que arruinó el país. Mientras en los EU los partidos demócrata y republicano iniciaban una competencia política feroz, México convergía en la dictadura perfecta y que sería la piedra en el cuello del país durante los siguientes casi 100 años.
Sin embargo, el libro de Harrison fue publicado hace 20 años y el mundo luce muy diferente en estos momentos. La Unión Soviética ya no existe. En México podemos comparar la época en la que Echeverría constantemente insultaba a los EU, con esta nueva era en la que nos hemos convertido en socios y, en estos momentos, por primera vez en los últimos casi 100 años, el segundo presidente democráticamente electo y ajeno al fatídico pacto de Calles.
A veinte años de distancia -antes de la elección pasada- la gran duda para el autor era si realmente México había resuelto el problema más importante que le impedía lograr un verdadero desarrollo económico, político, social: “sus estructuras mentales”. En un país en el cual la producción, la política y la educación habían sido estructuradas para mantener al partido en el poder, en el cual de nuevo una medieval iglesia católica participa en la formación mental de una sociedad sufriendo de culpas y temores, realmente se dudaba que esas estructuras hubieran cambiado.
En estos momentos hay vaga esperanza. A veinte años de distancia, México luce diferente. Una nueva generación de mexicanos que hace 20 años no podían siquiera votar, se volcó a las urnas para demostrar al mundo nuestro cambio de actitudes mentales. Podemos ahora celebrar nuestra esperanza de liberación, la sociedad civil mexicana ha despertado. Nos hemos sacudido el oxidado sistema político que había coartado nuestro desarrollo. La camisa de fuerza que representaba el viejo control draconiano del PRI ha sido rota. Las viejas estrategias que se habían establecido para controlar, no para prosperar, se han replegado, mas no erradicado. A veinte años de distancia, tenemos ante nosotros un país diferente, pero amenazado. Sin embargo, es la oportunidad para despegar si actuamos.
Finalmente, el autor asegura que cuando en México se presenten siete condiciones, piedra angular para el resto del edificio que siempre habían sido saboteadas por el establishment, será cuando verdaderamente se inicie nuestro desarrollo:
1. La creación de un ambiente en el cual la gente espere y reciba un tratamiento justo. Que desaparezca la familia revolucionaria y la visible mano del Estado para escoger ganadores y perdedores.
2. Un sistema educativo efectivo y accesible que ofrezca herramientas intelectuales y vocacionales básicas; nutra la curiosidad e inquietud intelectual, las facultades criticas, el disentir, y la creatividad y, sobre todo, le dé a la gente las herramientas para resolver sus propios problemas para de esa forma deshacernos de las cadenas del estatismo y la dependencia.
3. Un sistema de salud que proteja a la gente de las enfermedades que debilitan su intelecto y matan. Un sistema de salud preventivo que realmente proteja nuestro capital más importante, el capital humano.
4. La creación de un ambiente de libertad que promueva la experimentación y la crítica. Un ambiente que promueva la formación de exploradores, la formación de tomadores de riesgos, no expertos en las antesalas ni apostadores a cartas marcadas.
5. La creación de un ambiente para que la gente descubra sus talentos, sus intereses, y conjugarlos con una actividad profesional adecuada que tenga la demanda que sólo los mercados libres producen.
6. La creación de un sistema de incentivos que premie el mérito y los logros, y castigue el nepotismo, la irresponsabilidad, la dependencia permitiendo la creativa destrucción de los mercados, etc.
7. La creación de la estabilidad y la continuidad que haga posible el planear el futuro con certeza y confianza.
Felipe: Ahí tienes tu plan de gobierno.

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