lunes, 30 de marzo de 2009

¿Es lícita la guerra? ¿Fue lícita la guerra cristera?

Fuente: Yoinfluyo.com
Autor: Raúl Espinoza Aguilera
11/marzo/2009

Recuerdo en mis años de estudiante que el tema de “La Guerra Cristera en México” era uno de esos temas “tabú” que no aparecían en los libros oficiales editados por el gobierno. Mis abuelos y otras personas mayores fueron los primeros que me informaron a grandes pinceladas de estos hechos que pertenecen ya a la historia de México de la primera mitad del siglo XX.
Especial agradecimiento le tengo a mi profesor de Historia en el Bachillerato, el Ing. Luis Treviño Yáñez, quien nos relató con detalle los hechos ocurridos en la Guerra Cristera. Luego de varias clases exponiendo este tema, me acuerdo que todos los compañeros de clase tuvimos un impacto tan fuerte, que la pregunta obligada fue:
“Y estos hechos históricos tan importantes en la vida nacional, ¿por qué nadie nos los había transmitido y no aparecen publicados en libros de divulgación?”. Y es que por muchos años hubo una especie de “conspiración del silencio” para acallar deliberadamente estos sucesos.
El historiador francés, Jean Meyer, con su espléndida obra “La Cristiada”, fue uno de los primeros autores que ventiló –de modo sistemático y ordenado– muchos aspectos de este conflicto.
Estas consideraciones vienen a cuento por un libro de reciente publicación, titulado: “La Guerra Cristera y su Licitud Moral”, escrito por el Dr. y Pbro. Juan González Morfín, en una coedición de Editorial Porrúa y la Universidad Panamericana. Este escrito le ha llevado años de paciente investigación en muchos documentos, libros, periódicos, revistas, ensayos, etc.
Es interesante su punto de partida: la fundamentación de la doctrina Moral de la Iglesia Católica sobre la Resistencia Armada y, para ello, se remonta a los escritos de algunos Padres y Doctores, como San Agustín, San Basilio, San Ambrosio, San Isidoro de Sevilla, Santo Tomás de Aquino, Francisco de Vitoria... y remata con lo que –a través de los siglos– ha enseñado el Magisterio de la Iglesia.
La segunda parte del libro se enfoca en el contexto histórico de México. Parte del siglo XIX, analiza la actitud del Presidente Juárez hasta Venustiano Carranza, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Expone los años de la guerra cristera y la persecución posterior, con los llamados “Arreglos”.
Me parece que la parte medular de este estudio es la tercera parte: “Estudio sobre la Moralidad de la Guerra Cristera”. Paso a paso, sigue las declaraciones del Romano Pontífice y sus textos de solidaridad con los católicos perseguidos, las cartas pastorales de los señores Obispos, así como las notas de prensa y comentarios editoriales publicados por L’Osservatore Romano.
Quizá lo más valioso de este libro sean sus conclusiones, algunas de ellas son las siguientes:
1. El mensaje cristiano es siempre de paz. Las enseñanzas de Cristo conducen a la búsqueda de la reconciliación, no del enfrentamiento; a promover la paz, nunca la violencia; a buscar el amor y el entendimiento, y no los caminos del odio.
Partiendo de la compresión fraterna, sin embargo, el derecho a defenderse forma parte de la moral natural. Ésta deberá ejercerse con miras al restablecimiento de la paz, el orden y la justicia.
2. El Magisterio de la Iglesia prescribe la obediencia a la autoridad constituida. No obstante, el poder de mandar tiene sus límites y, cuando una ley emanada por cualquier autoridad no es conforme a la ley natural, el cristiano tiene la obligación de obedecer a Dios antes que a los hombres.
El Magisterio pontificio ha conducido al cristiano a buscar alternativas no violentas para lograr el restablecimiento de un orden legal de acuerdo con las exigencias del derecho natural y del bien común.
3. Existe, sin embargo, el derecho a recurrir a las armas para resistir a un gobierno opresor, en caso de una tiranía prolongada que atente gravemente contra los derechos fundamentales de la persona y la convivencia social.
Este derecho está contemplado como una guerra defensiva ante una agresión injusta con el objeto de salvaguardar trascendentales bienes para la convivencia social.
4. Pero para ello, el Magisterio de la Iglesia ha señalado cinco criterios (aplicables no de modo genérico sino según las circunstancias concretas) para que se justifique una guerra defensiva, y éstos son:
4.1. la existencia de violaciones ciertas, graves y prolongadas de los derechos fundamentales; 4.2. haber agotado todos los recursos para evitar la conflagración;
4.3. evitar provocar males mayores que los que se intenta remediar;
4.4. tener esperanza fundada de éxito; y
4.5. cuando es imposible prever razonablemente soluciones mejores.
5. La resistencia armada debe ser siempre considerada como una medida extrema y, por lo tanto, su acción deberá limitarse a un determinado tiempo y a sus propósitos.
Aunque su objetivo último no tiene que ser forzosamente el derrocamiento de un gobierno tiránico ni buscar el establecimiento de un determinado modelo político, sino el término de la agresión contra los derechos fundamentales de los ciudadanos por parte de ese régimen.
6. El enorme poder destructivo de las armas actuales obliga, aún más, a la máxima prudencia antes de emprender una acción de resistencia armada. Si se prevén graves daños para la población civil, se puede incluso tener la obligación de padecer por un tiempo la injusticia.
Además, el sólo hecho de que el régimen al que se pretende enfrentar pueda hacer uso de armas de destrucción masiva y se pueda ver afectada gente inocente, excluye que se reúnan las condiciones de proporcionalidad entre los males que se provocan y el bien que se intenta alcanzar, pues en ningún caso el fin justifica los medios.
7. Quienes como último recurso hubiesen optado por la vía de las armas, y se encontraran con la realidad de que los daños causados a la sociedad exceden todo lo previsto, no tendrían razón válida para proseguir por ese camino.
8. En el caso específico de los cristeros, buscaron fundamentar su levantamiento armado en las doctrinas de Theodor Meyer y Maurice de la Taille, que posteriormente recogió el Catecismo de la Iglesia Católica.
El Dr. González Morfín concluye que tuvieron razón en considerar su actuación como una reacción de legítima defensa, proporcionada tanto a la gravedad de la agresión como a la magnitud de los bienes que se intentaba salvaguardar.
9. El papel de los obispos de cara a los levantamientos armados se mantuvo dentro de los límites correspondientes a su función de pastores, es decir, se abstuvieron tanto de inducir a la resistencia armada como de condenar la insurrección una vez que existía.
10. Cuando los cristeros se lanzaron a la lucha se encontraban en una situación de desventaja militar y numérica. Pero lo hicieron porque no encontraron otro camino viable para defender su religión cristiana y su libertad de conciencia.
Pensaban no sólo en el bien exclusivo de ellos, sino en preservar la identidad cristiana de sus familias, de la sociedad y de las futuras generaciones. Estaban en juego los valores cristianos y su cultura multisecular.
Se ponía en riesgo la libertad para practicar la fe de la gran mayoría de los mexicanos, lo mismo que el legítimo derecho de los padres para educar a sus hijos de acuerdo a sus creencias. Optaron por las armas como respuesta a un imperativo de su conciencia y una vez agotados todos los recursos pacíficos.
11. Por eso, concluye este escritor, en la medida que su lucha se mantuvo dentro de los límites de una defensa proporcionada al tamaño de la agresión y utilizaron los medios adecuados para rescatar derechos irrenunciables, su acción no sólo se puede considerar legítima, sino digna de admiración y encomio.
El Papa Pío XI, en su encílica Firmissimam constantiam, envió a los católicos mexicanos –algunos años después– estas palabras:
“Vosotros habéis recordado a vuestros hijos (...) que la Iglesia (...) condena toda insurrección violenta que sea injusta contra los poderes constituidos. Por otra parte, también vosotros habéis afirmado que, cuando llegara el caso de que esos poderes constituidos se levantasen contra la justicia y la verdad hasta destruir aún los fundamentos mismos de la Autoridad, no se ve cómo se podría entonces condenar el que los ciudadanos se unieran para defender a la Nación y defenderse a sí mismos con medios lícitos y apropiados contra los que se valen del poder público para arrastrarla a la ruina”.
Considero este libro del Dr. Juan González Morfín como una valiosa aportación a “la Historia de la Guerra Cristera”, particularmente por el enfoque que le imprime de analizar a fondo la licitud moral de este movimiento armado, con una abundante y rica documentación bibliográfica.
Sin duda, una obra interesante y de apasionante lectura, que abre nuevos horizontes a los interesados en conocer más detalles de este episodio de nuestra historia nacional.


No hay comentarios: