sábado, 21 de noviembre de 2009

Ni fanáticos ni guerrilleros, sólo mártires cristeros



Por: Jesús Caudillo


noviembre / 2009



Era tan sólo un chico de 14 años. Lo detuvieron en Cotija, Michoacán. Sus captores le propusieron cambiar de bando, pero él se opuso rotundamente. En la cárcel escribió una carta a su madre: "Creo que voy a morir, pero no importa, mamá. (...) Dile a mis hermanos que sigan el ejemplo que su hermano el más chico les dejó (...). Salúdame a todos por última vez y tú recibe por último el corazón de tu hijo que tanto te quiere y verte antes de morir deseaba".



Fue trasladado a Sahuayo, donde lo mantuvieron encerrado en la parroquia de aquel lugar, convertida por el diputado federal Rafael Picazo en palenque para peleas de gallos. Durante la noche se zafó de sus ataduras y mató a los gallos de Picazo. Éste, furioso, dio la orden ejecutar al joven, quien fue encerrado en un cuartel.




A las 11 de la noche de aquel día, el joven fue sacado del cuartel. Con un cuchillo, los guardias desollaron sus pies y lo obligaron a caminar hasta el cementerio de Sahuayo. Cuando llegaron al cementerio, el joven preguntó con cierto humor cuál sería su tumba. Luego de colocarse junta a ella, sus verdugos le preguntaron que si quería dar un último mensaje a sus padres. El joven contestó: "Que nos veremos en el cielo. ¡Viva Cristo Rey!". Era 1928 y así murió José Sánchez del Río.




¿FANÁTICOS O MÁRTIRES?




El fanático, según la Real Academia de la Lengua Española, es aquel "defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas". Como esta definición evidencia, el problema con los fanáticos no es que defiendan sus ideas y creencias, sino la forma -muchas veces violenta- con la que lo hacen.



La Guerra Cristera, sin embargo, no fue producto de una serie de fanáticos religiosos que, exaltados, buscaban violentamente imponer sus creencias. Las continuas provocaciones de los gobiernos masónicos, comenzando por Benito Juárez hasta Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, culminaron en que miles de mexicanos, cuando vieron amenazado su derecho fundamental a la libertad de culto -ya ni hablar de la libertad religiosa-, decidieron enfrentar a quienes atacaron arbitrariamente sus garantías.



El reconocido historiador Jean Meyer refiere que, en 1929, Emilio Portes Gil, presidente de México de diciembre de 1928 a febrero de 1930, fue cuestionado sobre si la lucha contra la Iglesia Católica había terminado. La respuesta del entonces mandatario fue tajante: "no, la lucha no ha terminado, la lucha es eterna, la lucha se inició hace veinte siglos".



Esto puede explicar los esfuerzos del ya caduco sistema oficialista, desde la segunda mitad del siglo XX y hasta hoy, por borrar la Guerra Cristera de la memoria colectiva. Si en algún momento la estrategia fue ignorar por completo el episodio histórico, lo actual es denostar la imagen de aquellos que participaron de alguna forma a favor de la causa cristera, para presentarlos como fanáticos religiosos, por decir lo menos.



Sin embargo, esta posición no generalizada tiene su origen en prejuicios ideológicos y no en investigaciones históricas serias, respaldadas por el rigor científico. Si no, cómo comprender entonces la vida de los 13 personajes, que aunque no fueron los únicos, vivieron y se involucraron tan profundamente en los acontecimientos de aquellos días, que la Iglesia Católica los nombró beatos hace ya cuatro años.



Hemos reseñado ya en otras ocasiones la vida de algunos de estos personajes. En la mayoría de los casos, sus vidas se entrelazaron para concretar una historia que hoy conocemos convertida en un relato elocuente de defensa de la fe. En otros, como el de José Sánchez del Río, se habla de la valentía con la que actuaron y reaccionaron cuando vieron atacados sus valores y derechos fundamentales, luego de haber agotado todos los medios para lograr la paz.




EL 20 DE NOVIEMBRE NO OFICIALISTA



Fueron 13 los que el 20 de noviembre de 2005 fueron declarados beatos por haber defendido su fe en la persecución religiosa de los años 20. Ellos son Anacleto González Flores, Luis Padilla Gómez, Jorge Vargas González, Ramón Vargas González, Ezequiel Huerta Gutiérrez, Salvador Huerta Gutiérrez, Luis Magaña Servín y Miguel Gómez Loza. Además, los mártires de Guanajuato: los padres José Trinidad Rangel Montaño y Andrés Solá Molist, el laico Leonardo Pérez Larios y el joven sacerdote veracruzano Ángel Darío Acosta. Por si fuera poco, también el adolescente José Sánchez del Río, de quien ya hemos hablado.



Es notable el día elegido para llevar a cabo la ceremonia de beatificación. Corresponde al mismo día en el que el gobierno mexicano recuerda la Revolución Mexicana. Políticos, académicos e intelectuales consideraron esta decisión como una abierta provocación a las instituciones del Estado. Sin embargo, esto responde al afán de recuperar integralmente la historia de México y de no abonar a la confusión de los sucesos de la época.



Las relaciones entre el Estado mexicano y el Ejército con la Iglesia católica, si posteriormente fueron difíciles, terminaron de sanearse una vez que a la ceremonia de beatificación fueron invitados los cuerpos militares que dieron muerte a los combatientes católicos. Ello, además de abonar a la relación entre aquellas instituciones, también fue un símbolo de perdón y unidad para todo el país.



PERSECUCIÓN PERMANENTE A LA MISMA DOCTRINA



Hay estudiosos que afirman que el siglo XX fue el periodo que registró mayor número de mártires católicos. De acuerdo con la Comisión "Testigos de la fe del siglo XX", formada por la Santa Sede, las persecuciones en Rusia, México, Alemania, España y China, heterogéneas y multifactoriales entre sí, dieron en conjunto un total de 130 mil sacerdotes y 250 obispos asesinados por causa de su fe. Tantas muertes por motivos de una misma fe, en diferentes puntos geográficos, no son obra de la casualidad. Una misma doctrina, perseguida por diversos agentes, en lugares del mundo tan divergentes, algo valioso debe contener.



Tan sólo la Guerra Civil Española, según documentos de la Iglesia Católica de aquel país, dio casi 7 mil mártires. Los relatos de valentía, arrojo, osadía e idealismo siempre conmueven, motivan, dan sentido. En el caso de México hay todavía una cantidad no determinada de mártires asesinados en aquel periodo histórico que, oprimidos por un gobierno persecutor, se enfrentaron en evidente desventaja y consiguieron, algunos años después, el reconocimiento de sus derechos fundamentales.



Unos días antes de morir, José Sánchez del Río fue con su mamá y, asombrado por lo que sucedía en su tierra, dijo: "Mamá, nunca ha sido tan fácil ganarse el cielo". Y por personas como él, cuyas vidas hasta hoy estudiamos, es que todavía resuena en la memoria de muchos mexicanos, que se niegan a dejar morir esta injusticia atroz, el famoso grito con el que miles de compatriotas concluyeron su vida: "¡Viva Cristo Rey!".






«Por mi patria hablará la razón de la justicia»




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