viernes, 13 de noviembre de 2009

¿Tendrá México más de dos grandes electores?


Por: Federico Müggenburg

noviembre / 2009

 
Las prisas anticipadas con las que se están gestando las llamadas "candidaturas" a la presidencia para el año 2012, están prefigurando las secuelas, aún presentes, del viejo sistema político. En aquel sistema existía un binomio que lo conformaba y lo conducía: Por un lado, el presidente, con poderes amplísimos, que llegaron a denominarse constitucionales y meta constitucionales; y, por el otro, el partido, casi único o amplia y prolongadamente mayoritario, llamado de la "familia revolucionaria".

Este último servía de recinto a las aproximadamente mil personas que se rotaban en los principales puestos, designados por la voluntad del "dedo supremo". Es claro que la definición del dedazo supremo tenía que ver con la persona, integrante de la "familia", que diera la mayor "garantía" de continuidad de ese sistema, según las circunstancias.

Eso redujo considerablemente las posibilidades de ser "presidente", pero fue la solución a las ambiciones demostradas desde el asesinato de Gustavo I. Madero, hasta el de Álvaro Obregón. En esos 15 años de guerras civiles sucesivas, murieron más de un millón de mexicanos, aproximadamente la décima parte de la población existente entonces.

El "gran pacto de la familia revolucionaria", logrado el 4 de marzo de 1929, configuró lo que hoy históricamente se conoce como "el priato". Tuvo su inicio con dificultades, pero pronto, después de la expulsión de Plutarco E. Calles por Lázaro Cárdenas, quedó establecido que el nuevo presidente era el que mandaba, como lo había hecho el anterior, hasta el sexenio de Manuel Ávila Camacho, quien fue último presidente militar; entonces se dio el advenimiento del primer civil con un sentido "festival y deportivo de la vida", que fue Miguel Alemán.

Una segunda etapa de consolidación vino con el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines, hasta el final de Gustavo Díaz Ordaz, periodo desarrollado con gran pragmatismo en lo político y gran acierto en lo económico, tiempo al que se le conoce como del "desarrollo estabilizador".

Luego vinieron los presidentes que carecían de experiencia política electoral, pasaron de los puestos de "fiel y lambiscón ascenso burocrático", hasta llegar a la presidencia suprema y con ello a la exaltación del autoritarismo caprichoso. Luis Echeverría incluso rescató la ideologización socialista del cardenismo y destruyó el progreso económico constante, construido durante 18 años.

José López Portillo perdió el piso, entre otras cosas por su frivolidad, y reventó la economía, y con ello, la confianza de muchos en las capacidades del "ogro filantrópico", al expropiar la Banca, violando la constitución. Después vinieron los llamados tecnócratas, Miguel De la Madrid, Carlos Salinas –exaltación del autoritarismo– y finalmente el ponderado y prudente Ernesto Zedillo.

La elección de Vicente Fox fue aceptada como un "accidente" de la historia política nacional, derivado del asesinato de Luis D. Colosio por los antiguos miembros de la –para entonces– ya destrozada "familia revolucionaria". Lo que no han terminado de digerir y de aceptar, es la segunda derrota en 2006, cuando por un porcentaje pequeño de votos, se refrendó el triunfo de otro candidato panista, Felipe Calderón.

Dispuestos a recobrar la presidencia después de haber desechado, por el momento, trasladar el modelo autoritario al poder legislativo, han empezado a aceptar que la candidatura de los priístas, se está "resolviendo y confeccionando" con la capacidad maquiavélica de un "gran elector" y restaurando la figura del "jefe máximo", encarnado ahora por Carlos Salinas de Gortari, quien ha perfilado a Enrique Peña Nieto como el candidato.

Por otro lado, está la reaparición de otro "gran elector", Víctor Manuel Camacho Solís, con semejante capacidad maquiavélica (quien está impulsado por su rencor al no haber sido "destapado" por Salinas, en su turno del "dedazo"), que trabaja para lanzar a Marcelo Ebrard y hundir a Andrés López en sus contradicciones y desfiguros.

Apenas el día 17 de octubre, se anunció con bombo y platillo en voz del presidente perredista, Jesús Ortega, que desaparecía el "Frente Amplio Progresista" y nacía un "nuevo frente" de todas las izquierdas, encabezado por Víctor Manuel Camacho. Oportunamente, al aceptar ese "cargo" Camacho señaló, que por ahora no se hablará de buscar candidatos a la presidencia, eso vendrá después, cuando se haya integrado el "nuevo frente".

Estando así las cosas, sólo hace falta esperar para ver si el presidente Felipe Calderón Hinojosa, cae o no, en la tentación de convertirse en un tercer "gran elector", y pretenda dar un "dedazo" para la candidatura presidencial de los panistas.

La comisión de análisis que encabezó José Luis Coindreau, para descifrar las causas de la derrota electoral de julio pasado, arrojó la suficiente información para descubrir que los panistas intentaron copiar muchas de las antiguas prácticas "electorales" del priato, pero sin obtener resultados "satisfactorios", dado que la "patente de los dedazos, compra de votos, coaliciones con liderazgos sindicales corruptos y el beneficio pagado en los medios masivos de comunicación", sólo arrojan resultados favorables a sus inventores, en la plenitud del priato.

Los que la copian y desconocen los "resortes invisibles" de ese "éxito", fracasan rotundamente. Saben por experiencia histórica propia, que el ejercicio democrático interno en el partido, es lo que da cohesión en torno a las candidaturas, que por lo mismo son sólidas y generalmente ganadoras. En el proceso de transición del autoritarismo político a la democracia plena, están surgiendo elementos que pueden perfilar una regresión, que en vez de tener un "gran elector", pudieran generar dos o tres, con lo cual la consolidación de este histórico proceso se frustraría, arrastrando también las posibilidades de consolidación en lo económico, jurídico y educativo.

26OCT09

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«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»

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