jueves, 6 de diciembre de 2007

Anécdotas mucho muy mexicanas

Siempre resulta beneficioso para la salud en general quebrar el trabajo cotidiano para distensionarse un rato, por eso:
Va de cuento

Enrique Galván-Duque Tamborrel

“El sentido humorístico es el que nos permite reírnos a propósito de algo que nos haría rabiar si nos sucediera, y… si así fuera, pues también, ¡qué caray!” (Querien Vangal)


Que el amargor severo de la verdad os disimulo en chistes” dice el final del soneto que Leandro Fernández de Moratín escribió para el retrato de Felipe Blanco, el primer gracioso del teatro de Barcelona. El humorismo nace con frecuencia de humildad y de modestia, pero también de impotencia y de dolor. Así nosotros los mexicanos nos pintamos solos para hacer chistes de todo, pero principalmente de nosotros mismos, como decía un amigo japonés: “ustedes los mexicanos hacen burla hasta de ustedes mismos”, y efectivamente así es, pero no debemos darle importancia, al fin y al cabo el humorismo no es más que una lógica sutil.
En su “Historia de las ideas estéticas de España”, Marcelino Menéndez y Pelayo, comentando la Poética, de Richter, escribió en la Introducción: “El verdadero humorismo exige un espíritu poético, capaz de elevarse a la libertad y a la filosofía, y dotado, no de un gusto vacío, sino una manera más alta de considerar el universo”. Como vemos, hay mucho fondo e historia en esto del humorismo, ya sea cruel, inocente, burlón o negro.

Y Dios formó al mundo

Quien no recuerda la referencia encontrada en los manuscritos de Abraham en la que explicaba los pormenores de cuando Dios estaba conformando al mundo. Pensativo, el Señor estaba acomodando los continentes y distribuyendo los países, cuando se le acercó al ángel que lo asistía, cayado éste observaba la conformación que el Señor hacía cuando, de repente, el ángel rompió el silencio y le preguntó al Señor:
--“Por qué a este país, señalando a México, le estas dando muchas bienes naturales: costas, bosques, montañas, minerales, fauna, etc., notoriamente mucho más que a otros países.
El Señor le contestó; --“No te preocupes, así parece, pero voy a conservar el equilibrio colocando ahí a los mexicanos”.

Miguel de la Madrid y Ronald Reagan

Don Miguel de la Madrid, cuando estaba estrenando el cargo de Presidente de la República, viajó a Washington para entrevistarse con Ronald Reagan, a la sazón presidente de los EE.UU. Iba inquieto y muy preocupado porque se encontró la situación económica del país ---la que le dejó el perro, oh perdón. José López Portillo--- en una situación verdaderamente catastrófica ---cosa rara en México---, así que en el primer encuentro, una vez terminados los saludos protocolarios de rigor, lo primero que le espetó fue una breve exposición de la situación y el siguiente planteamiento (palabras menos, palabras más):
--“Oye Ronald, me encontré una situación económica desesperante, estamos totalmente quebrados, así es que ayer, en una sesión verdaderamente extenuante, el Congreso de mi país me autorizó a plantearte la posibilidad de que México se adhiera a los EE.UU.”
Por un momento se hizo el silencio, Reagan miró, sin decir nada, fijamente a los ojos de De la Madrid, reaccionó y le contestó:
--“Mira Miguel, eso que me dices de que el Congreso de tu país te autorizó bien sabes que no es tal, pues en tu país se hace lo que el presidente quiere; pero en fin, tu me lo dices y ahí queda, lo importante es tu propuesta, pero recuerda que aquí si se hace lo que el Congreso acuerda, así es que la someteré a su consideración”.
De la Madrid, acostumbrado a las decisiones sobre las rodillas, sin esconder su inquietud, le replicó:
--“Está bien Ronald, pero te suplico que procedas de inmediato, ya que como tu sabes mi estancia en esta será de sólo cuatro días y quisiera llevarme ya una respuesta”.
Reagan asintió y procedió a invitar a De la Madrid a la presentación protocolaria.
Pasaron los cuatro días, se acercaba la hora del regreso, y De la Madrid, notoriamente nervioso pues Reagan aún no le definía nada, esperó con ansias que éste llegara para la ceremonia protocolaria de la despedida. Finalmente llegó el presidente de los EE.UU., perfectamente escoltado y con todos los honores propios de la ocasión. Ya juntos, en voz baja, y como escondiéndose un poco, el presidente De la Madrid le dijo a su homólogo estadounidense:
--“Como tú puedes notar, no puedo esconder mi nerviosismo e inquietud por saber su decisión a mi propuesta, ya me estoy yendo y aún no me dices nada”.
Reagan, sin esconder la seriedad del asunto, le contestó:
--“Mira Miguel, los congresistas enfocaron con interés el asunto, eso no se puede ni debe negar; comprenden perfectamente que México anda mal porque su historia siempre es la de siempre, los políticos y sus compinches fabrican cuantiosas fortunas en cada régimen a costa del erario de la nación y pobreza de muchos, pero en fin, eso es un mal que por incorregible no es problema nuestro. En estas condiciones se acepta la propuesta, pero es muy importante que ustedes definan en cuánto tiempo desocupan el país”.
Don Miguel se quedó petrificado, se despidió, y con la cabeza gacha se dirigió al avión que lo conduciría a México de regreso. Esto sucedió allá por los albores del año 1983.

Allá por el año de 1954

El mundo se reponía de las heridas causadas por la II Guerra Mundial, Europa y Japón se reconstruía de los destrozos ayudados por el financiamiento de los EE.UU. al amparo del famoso Plan Marshal, llamado así por el General George Catlet Marshal quien, siendo Secretario de Estado del presidente Truman (1947 –1949), fue su autor.
México, para variar, se encontraba sumido en una crisis económica. El presidente de la República lo era a la sazón Don Adolfo Ruiz Cortinez, que, también para variar no le encontraba la salida al problema, sobre todo por arrastrar una gran deuda dejada por, y otra vez para variar, su antecesor Miguel Alemán Valdez que se despachó (él y sus amigachos, que los tenía en abundancia) con la cuchara grande.
Estando en una de las tantas juntas de gabinete que Don Adolfo hacía ---le encantaban las juntas, aunque fuera para contar chistes y jugar dominó---, hondamente preocupado ---cuando menos eso parecía--- por la situación, oyó una propuesta que unos de sus asesores de más confianza, misma que ya le había anunciado con mucha anticipación que le haría. En un momento dado, este Asesor pidió la palabra, se levantó de su silla y con aire muy ceremonioso dijo:
--“Con su venia señor presidente, usted sabe que acabo de hacer, por instrucciones suyas un extenso recorrido por Europa; pues bien, .realmente es impresionante la pujanza con que ese continente se está levantando de las cenizas dejadas por la guerra”.
En ese momento, uno de los presentes, interrumpiendo, espetó:
--“Claro, pero es por la millonaria suma de dólares que le proporciona los EE.UU. al amparo del Plan Marshal”.
–“Está bien, es verdad”, dijo el Asesor, y complementó: --“pero eso no les quita el mérito a los europeos que, derrotados y todo lo que se quiera, le están metiendo con responsabilidad, honestidad y echándole muchas ganas”.
--“Bueno, está bien, pero en qué nos beneficia todo eso a nosotros” replicó el Presidente.
–“En mucho”, contestó el Asesor, y siguió: “Nos están enseñando el camino a seguir”.
--¿Sí?, ¿Cómo?, preguntó el Presidente.
El Asesor, tomó su vaso con agua y le dio a esta un pequeño sorba, tranquilizando a los presentes, dijo:
--“Mire usted señor Presidente, ¿qué pasaría si le declaráramos nosotros la guerra a los EE.UU.? Todos los presentes, empezando por el Presidente reaccionaron sorprendidos. “No, no se alarmen, en un dos por tres nos derrotan y después nos ayudan con otro Plan “X” similar al Marshal, nos llenamos de dólares y ¡Viva la Virgen de Guadalupe!”
De inmediato se hizo el alboroto, el Presidente se quedó admirado pero sin decir nada, lo que obviamente provocó que todos se callaran y en un momento hubo en la sala un silencio sepulcral. Después de un buen rato, en el que se podría oír volar a un mosquito, el Presidente Ruiz Cortinez, mirando fijamente a su brillante asesor, dijo:
--“Bien, su propuesta es mucho muy interesante, y pienso que podría ayudarnos a salir de una buena vez de esta maldita crisis económica en la que estamos sumidos, pero me brinca en la mente una inmensa duda, una sola, pero como dije es inmensa, ¿qué sucedería si nosotros ganáramos esa pretendida guerra?.
Incredulidad, admiración, todos quedaron atónitos y en silencio, obviamente quedó la pregunta en el aire y sin respuesta.

Nosotros, los gringos y la Luna

En 1927 Charles Lindbergh realizó lo que en aquellos días se consideró el acontecimiento del siglo XX: la primera travesía sin escalas sobrevolando el Atlántico Norte ---desde el Roossevelt Field, en Nueva York, a Le Bourget, en Paris--- piloteando su famoso avión Spirit of Saint Louis. Sólo --- en relación con la escala de la historia de la humanidad--- se necesitaron escasos 42 años ---julio de 1969--- para que Neil Armstrong y Edwin Eugene Aldrin ---estadounidenses ambos--- pisaran el suelo de la Luna. De entrada se antoja que no hay comparación, pero hay que analizar los hechos de acuerdo con las épocas y los medios de los que se disponían.
Pero en esto lo que si es muy importante hacer notar, es que los gringos creen que ellos fueron los primeros en pisar la Luna, y no, están perfectamente equivocados. Dos años antes ---en junio de 1967--- una expedición mexicana, integrada por 50 hombres, pusieron pié en la Luna y se instalaron en ella. La luna entonces contaba con una muy fértil vegetación, había agua en abundancia pues varios caudalosos ríos surcaban su superficie y desembocaban en grandes lagos, en fin era un verdadero paraíso.
Pero no había transcurrido un mes, cuando empezaron los pleitos entre ellos por la tenencia de la tierra, el derecho de uso del agua, los derechos laborales ---inmediatamente hubo conquistas---, etc. Inmediatamente se formaron varias corrientes para la integración de una central obrera, otra campesina y una popular, para lo cual se dieron una agarrón porque todos querían ser líderes. Mientras tanto empezaron a talar los árboles, a destruir los bosques, a matar animales ---la fauna era abundante y variada--- y a sobre explotar la tierra; todos querían sacar ventaja fregando al que se dejaba, era una total desunión.
Total, bastaron solamente 15 meses para que arrasaran con toda esa riqueza, claro, empezaron las enfermedades, se acabaron las medicinas ---habían calculado que la dotación que llevaron les alcanzaría para 20 años conservadoramente, tiempo suficiente para ir renovando el stock farmacéutico--- porque alguien se las empezó a robar para acapararlas y hacer pingüe negocio. Así, se fueron muriendo uno a uno hasta que no quedó ninguno, la Luna se convirtió en un páramo, y entonces fue que llegaron los gringos.
Moraleja: los mexicanos hemos sido, somos y seremos así, importamadristas a ultranza, genios y figuras hasta la sepultura. NI MAIZ.

El trueque: Japón por México

Hace aproximadamente 40 años, si mal no me acuerdo en 1962, siendo Presidente de la República Adolfo López Mateos, se suscitó un hecho que se mantuvo ---por obvias razones--- en secreto bastante tiempo hasta que alguien ---para variar--- filtró(1) la noticia ---para esto nos pintamos solos los mexicanos---, basta ver a los medios informativos actuales. Claro, como es noticia filtrada, se inventa y especula a discreción.
Bueno, pues resulta que los japoneses, que estaban en plena expansión comercial, le propusieron al embajador de nuestro país en Tokio que fuera portador de un mensaje súper confidencial: “El trueque de territorios”. ¡Caramba! Pensó el embajador, esto si que es una bomba. La propuesta incluía el compromiso por parte de los japoneses de dejar toda su industria instalada, con toda su tecnología, y en plena producción; además todo el asesoramiento necesario por tiempo indefinido hasta que los mexicanos nos capacitáramos a satisfacción de nosotros mismos. Y para completar el cuadro, nos pagarían una prima anual en forma vitalicia equivalente al 2% del PIB nuestro. ¡Caramba era una panacea!
Cuando a los gringos les llegó el “filtro” obviamente reaccionaron “ipso facto”, con no poca molestia, y mandaron inmediatamente sus mensajes de presión al Gobierno mexicano; al principio fue a través de nuestro embajador en Washington: ¡cómo van aceptar esa propuesta los mexicanos que siempre se han desgarrado la camiseta por su territorio! Como no vieron reacción importante alguna por parte de México, inmediatamente le enfocaron la presión directamente al Presidente López Mateos, hasta que lograron que este les contestara a los japoneses con un rotundo: “No señores, eso ni siquiera soñarlo”.
Pero pasadas las pesadas aguas, quedó en el aire la gran incógnita: ¿por qué de la virulenta reacción de los gringos? No tardo mucho en despejarse la duda, los gringos vislumbraron que, de llegarse a realizar el trueque, sucederían dos hechos, el primero no tan importante como el segundo, pero no como para no tomarse en cuenta dada la importancia del archipiélago japonés en la cuestión ecológica del Pacífico; y el segundo si de vital importancia para ellos. Esos hechos posibles, considerados con una probabilidad del 90%, eran: 1º.- Los mexicanos en menos de cinco años nos acabaríamos las islas, con todo e industrias. 2º.- Los japoneses en menos de cinco años se tragarían a los EE.UU. con todo y Tío SAM.
Por eso fue que respingaron los gringos y respiraron cuando López Mateos dijo NO, claro que después de quien sabe cuantas amenazas.
Moraleja: Así “semos” y así son.

(1) Forma elegante usada en la actualidad para expresar: corrupción, espionaje o traición.

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