domingo, 23 de diciembre de 2007

El sempiterno Fidel

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

"¡No oprimas, porque toda opresión produce la venganza, y toda injusticia la represalia!"


Hace unas semanas Fidel Castro, al terminar una de sus acostumbradas peroratas, dio un mal paso y cayó de bruces aparatosamente, obviamente sus ayudantes, con el susto reflejado en sus caras, se apresuraron a levantar al maltrecho y anciano líder. Este, con un rictus de dolor, alcanzó a sentarse en una silla, tomó el micrófono y apaciguó a los asustados presentes. Las escenas de éste mal paso le dieron, como era de esperarse, la vuelta al mundo, y, ¡claro!, no faltaron las especulaciones; obviamente que muchos, presentes o no, deseaban que el asunto pasara a mayores, o sea que de ahí a la tumba; pero no, Fidel sigue, con rodilla y costillas deterioradas, bailando la rumba.

Cuarenta y cinco años que lleva en el poder –-la dictadura más larga en la historia de América Latina--- y en todo ese trayecto, reconozcámoslo, nunca ha pretendido engañar a nadie sobre la naturaleza de su régimen, ni sobre los principios en que se funda su manera de gobernar. Cuba vive bajo un sistema “comunista totalitario” que, según él, es más justo, más igualitario y más libre que las odiosas ---obviamente para él--- y putrefactas democracias capitalistas, a las que, en todos sus discordantes discursos, manifiesta siempre el desprecio que le merecen, y pronostica hasta el cansancio que más pronto que tarde se desmoronarán bajo el peso de su corrupción y sus contradicciones internas. En la isla reina un totalitarismo vertical, donde el viejo y sempiterno líder tiene poderes omnímodos y es el único dueño de la verdad, ahí “sólo sus chicharrones truenan”. El sistema funciona en razón de semejantes convicciones, machacadas hasta el cansancio por una propaganda monopólica ante los cubanos como si fueran dogmas de fe. De ahí que la asociación “Reporteros sin Fronteras” acaba de situar a Cuba en el lugar 166, entre 167 países examinados, en lo que concierne a la libertad de prensa, es decir en el penúltimo lugar (el último le corresponde a Corea del Norte).

Fidel repite hasta el cansancio que el régimen comunista cubano es superior a las democracias occidentales, por lo que no va a cometer la debilidad de incurrir en aquello que le piden sus enemigos con el sólo propósito de destruirlo; es decir, efectuar elecciones libres, libertad de expresión, de movimiento ciudadano, tribunales y jueces independientes, alternancia en el poder, etc. Todas esas cosas, dice, son cortinas de humo para la explotación y la discriminación que proliferan en las democracias “social-pendejas”, como las denomina en forma por demás peyorativa, a los socialistas y social demócratas que lo critican y que son blancos constantes de sus diatribas.

Con obtusa convicción cuestiona hasta el hastío: ¿Que caso tiene qué un gobierno que cuenta con el 99% de la población ---población que sufrida y sumisa no le queda otra que aguantar y aplaudir so pena de un “ejemplar” castigo--- convoque a elecciones libres?; y se contesta: serviría únicamente para sembrar la división y el caos en esa hermosa unidad sin censuras que garantiza el régimen de partido único. Quienes piden elecciones libres, libertad de partidos políticos, prensa independiente y cosas por el estilo, lo único que pretenden es abrir las puertas de Cuba a los imperialistas empeñados en acabar con las grandes “conquistas sociales” de la revolución.

Resulta inverosímil ---obviamente sólo para él y sus incondicionales--- que haya quienes pidan semejantes cambios, por eso, quines así claman, son simple y llanamente enemigos de la revolución y/o agentes del imperialismo, por lo que deben ser tratados como delincuentes, criminales y/o traidores a su patria. Estas no son meras palabras de un paranoico pretencioso sino una convicción respaldada por 45 años de conducta rectilínea y por demás egoísta ---tipo Hitler o Stalin---, en los que Castro no ha dado un solo paso atrás en semejante profesión de fe. Esta se ha visto materializada una y otra vez en encarcelamientos masivos, una represión sistemática, brutal y desproporcionada ante la más mínima manifestación de disidencia; con escarmientos periódicos en los que reales o supuestos desafectos al sistema son juzgados y condenados, en juicios tan grotescos como los que se llevaban a cabo en la URSS estalinista o en la Alemania de Hitler, a penas feroces y llenas de odio, entre las que, eventualmente, figura la pena de muerte por fusilamiento.

Por eso es admirable que, a pesar de esta política de terror sistemático y desprecio supino a los más elementales derechos humanos, haya todavía cubanos que, desde las cárceles donde se pudren en vida, mantengan vivo el espíritu de resistencia; esto no sólo asombra y llena de admiración, sino que además demuestra que, aun dentro de las sociedades devastadas por el oscurantismo más prolongado y el horror más abyecto, la libertad encuentra siempre la manera de sobrevivir.

Parece increíble, pero posible gracias a las libertades que existe en otras sociedades, que este régimen tenga todavía partidarios en el extranjero. El odio que una sociedad libre y, por tanto, abierta inspira a muchos, los lleva a preferir una dictadura “social” a la democracia ---ver torear desde la barrera---, y por eso deploran la caída del muro de Berlín, la desintegración de la Unión Soviética y la conversión de China Popular al capitalismo. Desde luego, estoy seguro que, muchos de los que así piensan, no podrían soportar 24 horas en una sociedad como la que defienden; pero, si eso creen, es lógico que se muestren solidarios de una satrapía que encarna sus propios ideales y aspiraciones políticas y, para ser honestos, hay que reconocerles cuando menos una indiscutible coherencia en su proceder.

No la hay, en cambio, sino incongruencia y confusión, en que intelectuales, políticos o gobiernos que se dicen democráticos, sirvan los intereses de un régimen que es el enemigo número uno de la cultura democrática en el hemisferio occidental y, en vez de mostrarse solidarios con quienes en Cuba van a prisión y son sometidos a toda clase de privaciones y tropelías o dan sus vidas por la libertad, apoyen a sus verdugos y acepten jugar el lastimoso papel de alcahuetas y/o cómplices de una dictadura por demás feroz.

Dicho todo lo anterior, resulta un sublime insulto a la inteligencia pretender hacer creer a cualquiera que haya seguido ---aunque fuere superficialmente--- el casi medio siglo del régimen cubano, que la manera más efectiva de conseguir “concesiones” de Castro es el apaciguamiento, el diálogo y las demostraciones de amistad con su tiranía. Y lo es porque el propio Fidel Castro se ha encargado de manera contundente de disipar cualquier malentendido al respecto: él tiene cómplices, cortesanos, sirvientes, que colaboran con su política, sus designios, su gobierno y su modelo político-social, de los que ninguno de sus numerosos “amigos” lo ha hecho apartarse jamás un milímetro. Es verdad que algunos de esos politicastros convenencieros o intelectuales que, en pos de credenciales progresistas, eventualmente van a retratarse con él y a echarle una mano publicitaria, reciben como regalo un preso político, que luego exhiben como coartada de su duplicidad. Pero esa asquerosa trata de presos en vez de mostrar un ablandamiento del régimen —que inmediatamente remplaza a los que regala por otros nuevos— es más bien una señal flagrante de su vileza, inhumanidad y su síndrome de omnipotencia.

Recién se publicó que el gobierno español de Rodríguez Zapatero acaba de hacer pública su intención de apandillar un movimiento para que la Unión Europea, que, luego de los fusilamientos y condenas a los 75 disidentes había optado por una política de firmeza ante la dictadura cubana, mientras no hubiera progresos reales en la isla en materia de derechos humanos, rectifique y opte más bien por el acercamiento y el diálogo amistoso con Castro, es decir, por cortar toda vinculación y apoyo a sus opositores. El pretexto es que la “firmeza” no ha dado resultados. ¿Qué resultados han dado la cobardía y la complicidad con el régimen cubano de todas esas “democracias” latinoamericanas que votan a favor de Fidel Castro en las Naciones Unidas y multiplican los gestos de simpatía hacia él con el argumento de que es preciso ser solidarios con “el hermano continental”? Por lo menos la política adoptada por la Unión Europea ha enviado un mensaje claro a los millones de cubanos que no pueden protestar, que no pueden votar, que no pueden escapar, de que no están solos, que no han sido abandonados y que las democracias occidentales están moral y cívicamente de su lado en ese combate en el que, como ayer los checos, los polacos, los rumanos, los rusos y tantos otros, tarde o temprano vencerán.
La tiranía que es la última y peor forma de gobierno… Aun partiendo de buenos principios, cae en todo género de vicios, principalmente en la codicia, en la ferocidad y en la avaricia.

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